«En la actividad de navegar,
como en el ejercicio del amor,
ningún marino, ningún capitán,
ningún armador, ningún amante,
han podido evitar esa suerte de heridas,
escoriaciones profundas, que tienen el largo del cuerpo
y la profundidad del mar,
cuya cicatriz no desaparece nunca (…)»
Cristina Peri Rossi, “Escoriación”
Día 14.
Música sonando. Olas rompiendo dentro mío. Volver a escuchar las canciones de antes. Refrescar la mirada con la pulsión de lo nuevo. Seleccionar fragmentos de Aledaña y fusionarlos con imágenes de quietud clara. Busco el tono, el color, el lenguaje subterráneo oportuno detrás de la expresión precisa.
La transfiguración y la luz del sol se infiltran en La Casa. Con Jota hablamos de Ella y la literatura. Enunciamos la posibilidad de ser y el mate cotidiano en una mañana de mayo, Buenos Aires.
Casi apenas la calma. Sí el ruido y el temblor de las paredes. Me cierro en la voz de L. y me siento a escribir el día 14 que todavía no termina. ¿Cuántas veces la canción, ahí, en donde estuvo el invierno, en donde estuve yo lanzada al azar como una moneda?
La luz del sol se infiltra en La Casa, al igual que la sombra de lo que soy, lo que fui. Quise cubrir lo que persiste con pintura asfáltica, la misma que usamos para La Casa, pero tu rastro vuelve a asomar con vehemencia como diciendo “no me mates, no me mates, no me mates”. Y se filtra: humedad luminosa, luz turbia. Ahí está, pequeña y sobreviviente materialización de lo que niego, lo que fulmina iluminando el cuarto oscuro.
Mi vientre se aluna y pide descanso. Bostezo del mundo y augurio de lluvia, entre otras cosas. Quizás el agua para purificar mi boca llena de polvo por lo que nunca te dije. Es la grisura la que habla en este vacío del cielo. Todo te nombra y yo canto: “Amárrate a mí, amárrate a mí, amárrate a mí.”
En el desafío de aceptar lo que siento, me acepto a mí misma: anfibia entre mi propia luz y mi sombra propia. Mi humanidad desnuda me permite respirar.
Mi vientre se aluna y pide descanso. Bostezo del mundo y augurio de lluvia, entre otras cosas. Quizás el agua para purificar mi boca llena de polvo por lo que nunca te dije. Es la grisura la que habla en este vacío del cielo. Todo te nombra y yo canto: “Amárrate a mí, amárrate a mí, amárrate a mí.”
En el desafío de aceptar lo que siento, me acepto a mí misma: anfibia entre mi propia luz y mi sombra propia. Mi humanidad desnuda me permite respirar.
Esta entrada del diario pertenece al desafío “30 días de escritura” de Maitena Caimán.
Imagen: woman1924.tumblr.com
Imagen: woman1924.tumblr.com