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Hace unos meses embarqué en un viaje al centro de mí misma. Con la brújula apuntando hacia Europa, empecé a delinear el verdadero propósito del viaje: una nueva forma de mirar y documentar lo que me rodea; un testimonio poético de las ciudades desde lo cotidiano y la belleza de lo simple.
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Así fue como me sumergí en la cadencia cotidiana de París y Madrid, las dos ciudades que elegí como destino. Acompañada por mi cuaderno de viaje y los ejemplares de dos maravillosas autoras fui abriéndome paso en la intimidad de las ciudades; desenvolviendo los secretos que tenían para compartir.
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El aroma a café y la literatura conjugaron una alianza infalible. Entre callejuelas, librerías y cafeterías, la inspiración parecía estar a la orden del día.  En esta primera parte, te invito a un recorrido por los café boutique de París.
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INSTRUCCIONES: Haciendo clic en cada “ubicación” encontrarás su localización en Google Maps para guardarlas en tu mapa personal; y haciendo clic en el título, vas a ver el perfil de Instagram de cada cafetería para adentrarte en su universo. También podés visitar mi mapa personal de recorridos haciendo click aquí. ¿Empezamos?
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Pequeña cafetería anexa a la legendaria librería Shakespeare & Company. Con algunas mesas en su interior, mosaicos en tonos terrosos y ventanas con vista a Notre-Dame, este rincón literario se convierte en una acertada escala para una tarde de paseo por el Barrio Latino.
Sus amplias mesas rectangulares al aire libre son la opción ideal para disfrutar del vaivén de los transeúntes y las tonalidades del Parque René Viviani que se encuentra cruzando la calle.
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Lo natural y orgánico expresa su esencia a través de una sabia elección de colores y numerosas bolsas de granos de café, que reposan en puntos estratégicos del local. Un halo latino cubre el mostrador y las mesas a través de la música elegida, que suena de fondo a la hora de degustar un menú franco-colombiano.
Delirio se convierte así en el lugar de descanso ideal para los viajeros nostálgicos. Ubicado en una esquina tranquila del Distrito XI de París, se puede disfrutar de un café con leche servido en copas de vino, deliciosas tostadas con palta (Avocado Toasts), y fundamentalmente de la compañía de Moka, el integrante canino de la familia Delirio que gusta de zigzaguear entre las mesas, saludando a todos aquellos que se acercan al lugar.
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La calidez reina en este lugar y se traduce en mesas de madera, colores tierra y el aroma a café que serpentea desde el mostrador, hacia todas partes. Las tazas en tonalidades saturadas llaman enseguida la atención y la luz del sol se suma a la escena, iluminando cada rincón de esta cafetería ubicada en el Boulevard Beaumarchais.
Mi visita a Alma the Chimney Cake Factory fue en compañía del libro Zona de Obras, de Leila Guerriero. El café servido en mi vibrante taza roja fue perdiendo altura entre frases excepcionales y notas al margen. Localizado a unas cuadras de la Plaza de la Bastilla y Place des Vosges, puede ser el lugar ideal para recargar energías o para disfrutar de una tarde en buena compañía.
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Uno de mis lugares favoritos de todo el recorrido: Anticafé me pareció un concepto innovador, a través de su propuesta de hacerme sentir como en casa. Al llegar me otorgaron una tarjeta roja con un crédito de 5 euros para utilizar durante la primera hora. Después de pedir mi clásico café con leche, me invitaron a disfrutar de la “cocina abierta” en la cual ofrecen cereales, jugos naturales, yogures, mermeladas, snacks y galletas dulces, entre otras delicias.
Provisto de sillones ultra cómodos, barras, mesas XL y mesas para dos, la filosofía de Anticafé hace foco en que por un módico precio puedas beber, comer, navegar por internet (conexión wi-fi de banda ancha) y relajarte. Tal como promete su sitio online: “¡En el Anticafé solo pagás el tiempo consumido, todo lo demás está incluido!”.
Esta cafetería cuenta con locales cerca del Louvre, la Biblioteca Nacional, en République y en Beaubourg (que fue mi escala durante dos tardes).
Dato extra: por cada hora que pasa, el precio va disminuyendo. Es cómodo y funcional para quienes trabajan online; buena conexión y una atmósfera increíble.
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Había un destino que tenía agendado desde la última vez que visité París: Le Pure Café. Este rincón rojo del Distrito XI fue, alguna vez, locación del reencuentro de Jesse y Celine en la inolvidable Antes del Atardecer.
 
Le Pure Café fue refugio durante una de mis primeras tardes de lluvia en París. Y allí, sentada en una de las mesas junto a los ventanales abiertos, Leila Guerriero me susurró desde Zona de Obras: “Uno escribe para ordenar el mundo, o para desordenarlo, o para entenderlo (…)”.
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Escenario: una mañana gris, viento insolente y calles poco concurridas. Con un buen abrigo y siempre en compañía de Zona de Obras y mi cuaderno de viaje, me aventuré a llegar caminando a The Hood, una cafetería con cierta reminiscencia de los años 70, donde la música comparte protagonismo con el café y las delicias de turno.
Es el lugar ideal para pasar unas horas en calma, disfrutando de una infusión, de una buena conversación y de una lista de canciones incomparable.
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Encontré este hermoso café a sólo algunos metros de mi hospedaje, de camino a République (me trasladé caminando gran parte de mi estadía). Sus mesas azules al aire libre y el menú desplegado en la vidriera llamaron mi atención.
Una vez sentada, con el clima a favor y el café en camino, no pude hacer más que admirar los balcones floridos de la cara opuesta del Boulevard Voltaire. De atmósfera tranquila y ubicado en un barrio familiar, en Café Moco se puede observar el movimiento diario de la ciudad: idas y vueltas del trabajo o del supermercado, niños paseando con sus padres, y alguna que otra pirueta canina al pasar.
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De camino al barrio Le Marais, en una de mis largas caminatas por la ciudad, me topé con Neighbours. Si bien el lugar físico es pequeño, compensa la atención impecable y la sabrosa pastelería que ofrece la carta.
La delicadeza de los detalles —desde los mosaicos hasta la vajilla— hace que este íntimo punto de encuentro en el Boulevard Beaumarchais se consagre como la opción ideal para una mañana tranquila o una tarde entre paseos.
 
Dato extra: los budines de banana y de zanahoria son imperdibles.
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Llegamos al café más clásico de todo nuestro recorrido. Les Deux Magots es un café con historia que se encuentra en la plaza Saint-Germain-des-Prés. Frecuentado por artistas como Pablo Picasso, Antonin Artaud, Jacques Prévert, Ernest Hemingway, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Bob Welch y Ernesto Sábato, entre otros, fue el hogar cultural de surrealistas y existencialistas.
Su interior es una oda a la elegancia y a la esencia parisina. Si bien ingresar es un verdadero viaje en el tiempo, su encantadora disposición outdoor no se queda atrás.
 
Dato extra: para vivir una experiencia de película, recomiendo visitarlo durante un día de lluvia y elegir una de las mesas que están ubicadas afuera.
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Mi visita a La Caféothèque sucedió por casualidad. En una de mis largas caminatas desde La Bastille hasta el Barrio Latino decidí tomar la callejuela Geoffroy l’Asnier. Fue entonces cuando me sorprendió el envolvente aroma a café que fue guiándome hasta la puerta de este pequeño local en el cual todo el proceso de molido está a la vista y se despliega una verdadera fiesta para los sentidos.
El espacio se va extendiendo hacia atrás: seguido al hall y mostrador de recepción, se encuentran tres espacios más entre los cuales se puede disfrutar de una visita inolvidable. En mi caso, probé el café guatemalteco que aterrizó en mi mesa con un detalle de arte latte para acompañar mi lectura de El Libro de Aurora.
 
Dato extra: combina una atención impecable, un ambiente familiar y un menú notable.
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Previo a mi visita al Centro Pompidou —ya que los primeros domingos de cada mes se ingresa de forma gratuita a los museos— decidí pasar por el Strada Café para continuar con mi lectura de los textos de Aurora Bernárdez.
Ubicado en la Rue du Temple, cerca del Jardín Anne-Frank, el local tiene espacio reducido y quizás haya que esperar por una mesa, pero el clima es realmente encantador, el menú es accesible y la atención también es muy buena. Además, en sus paredes se pueden ver pequeñas muestras artísticas y, al fondo, leer una gran pizarra que anuncia todas las variedades existentes de café y las delicias disponibles para acompañar cada una de ellas.
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Otra locación cinematográfica, en este caso, de la película Amélie. Des Deux Moulins fue el cierre ideal para un día de caminata por Montmartre. Perdida entre sus colores vibrantes y su reminiscencia de diner de los años 50, no pude hacer más que avanzar con mi lectura de El Libro de Aurora y tomar nota en mi cuaderno de viaje de las particularidades de este rincón tan especial.
 
Dato extra: muy concurrido por turistas, por lo tanto hay que ir con tiempo, pero la inspiración y su estilo único hacen que la experiencia valga la espera.
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Café El Sur se convirtió en mi pequeño refugio en un día de frío y lluvia (y con nostalgia por el mate y las raíces). Acompañada por Aurora, repasé la carta y pedí “el mate” que consistía en un termo entero para regocijarme con mi lectura ante una amplia vista del Boulevard Saint-Germain, mientras me sumergía en la entrevista que Philippe Fénelon le realizó a Aurora Bernárdez allá por marzo y noviembre de 2005. Una encantadora forma de combinar las dos ciudades: Buenos Aires y París; y un momento de película para sumar a mi itinerario de la ciudad.
Dato extra: también hay a la venta dulce de leche, vino tinto y otros productos tradicionales de nuestra tierra, convirtiéndose así en un refugio clave para visitantes o residentes nostálgicos.
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Los maravillosos libros que viajaron conmigo a la ciudad de las luces fueron Zona de Obras y El Libro de Aurora. Sin lugar a duda, fue una estadía que no olvidaré. Espero que te sea útil este recorrido y que no falte oportunidad para disfrutar de los rincones azules de la ciudad.
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sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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