También las olas

Hoy es 10 de abril de 2020. Estamos en medio de un contexto inusual: el aislamiento se abre en las ciudades, en el territorio de la intimidad. Se abre aún en los espacios breves en los que no estamos.
Por tal motivo, creí necesario rescatar fragmentos del libro que acompañó mis primeros días de confinamiento: “Las olas”, de Virginia Woolf. Un libro que no solo fue un aliado para sobrellevar las horas, sino que además me enseñó a respetar otros ritmos de lectura, a bajar la autoexigencia y rendirme, echarme al mar.
Aquí va una pequeña sinopsis para aquellos que aún no lo han leído:
Desde su publicación en 1931, Las olas ha sido considerada una de las obras capitales del siglo XX, tanto por la original belleza de su prosa como por la perfección de su revolucionaria técnica, y, con el paso de los años, su influencia sobre la literatura contemporánea ha ido acrecentándose. La novela desarrolla, al compás del batir de las olas en la playa, seis monólogos interiores, a veces discrepantes y aislados, otras veces casi en coloquio concordante, en los que se formulan, desde su infancia hasta sus últimos años, seis vidas múltiples y dispares.

[vía planetadelibros.com

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Sin más preámbulos, espero que disfruten de su espesura, de sus imágenes poéticas. Para mí ha sido un placer dejarme llevar por él:
«Regresé muy penosamente, volviendo al interior de mi cuerpo por el gris y cadavérico espacio del charco. Realmente lo que importa es la vida.»
 
«La verdad es que no sirvo para reflexionar. Necesito concresiones en todo. Sólo así consigo entrar en contacto con el mundo.»
 
«Todas las horas, algo nuevo aparece en la superficie: ¿Qué soy?, me pregunto. ¿Esto? No, soy aquello.»
 
«Lo que yo soy es selvático.»
 
«Tengo raíces, pero floto.»
 
«El sol, formando agudas acuñas, penetraba en la habitación. Todo lo que la luz tocaba adquiría fanática existencia.»
 
«La superficie de mi mente se desliza como un río gris pálido.»
 
«Tengo clara conciencia de lo efímero de nuestro tránsito.»
 
«Nací con el don de formar palabras, de lanzar burbujas sobre esto y lo otro. Y mientras alumbro espontáneamente estas observaciones, me construyo, me diferencio.»
 
«Para ser yo (advierto), necesito la iluminación de la mirada de otras gentes, y en consecuencia nunca puedo estar totalmente seguro de lo que soy. Los auténticos, como Louis y Rhoda, existen en sumo grado cuando están solos. Les molesta la iluminación, la multiplicidad.»
 
«Las cosas vibran como si no hubieran alcanzado plenamente su ser.»
 
«… el mundo está desplegado y nosotros también.»
 
«Mi imaginación es los cuerpos.»
 
«Estoy constantemente en trance de reconstrucción.»
 
«Para ella el amor no es un remolino. No siente vértigo cuando baja la vista.»
 
«… hay cálidos huecos en el corazón del rugido», refiriéndose al viento, «alcobas de silencio en las que podemos cobijarnos bajo el ala de la belleza nacida de la verdad que deseo.»
 
«Pedí poder tronar para siempre al borde del mundo.»
 
«… como si el milagro hubiera ocurrido (…) y la vida hubiera quedado inmovilizada aquí y ahora.»
 
«El talante sereno, el talante etéreo, es el nuestro ahora (…) y disfrutamos del momentáneo alivio (poco frecuente es liberarnos de la ansiedad) que se siente cuando los muros de la mente se hacen transparentes.»
 
«El verdadero orden de las cosas ésta es nuestra perpetua ilusión queda ahora de manifiesto. Así, en un momento, en un salón, nuestra vida se adapta al mayestático avance del día sobre el cielo.»
 
«Pero, cuando conozco a alguien e intento esbozar, aquí, en esta mesa, lo que yo llamo “mi vida”, esta vida no es una vida contemplada en el recuerdo; no soy una sola persona; soy muchas personas; ni siquiera sé quién soy Jinny, Susan, Neville, Rhoda o Louis ni sé distinguir mi vida de la suya.»
 
«Cada día emite las mismas ondas.»
 
«Por entre la densa masa de las hojas de la costumbre, mi vista vio.»
 
«Cuándo desorden, cuánta confusión, aquí nacimiento, aquí muerte, suculencia y dulzura, esfuerzo y angustia, y yo siempre corriendo de un lado para el otro.»
 
«No hay división entre ellos y yo. Mientras hablaba, pensaba: “Soy tú”. Esa diferencia a la que tanta importancia damos, esa identidad que tan febrilmente ansiamos, quedó superada.»
 
«Dejadme estar aquí sentado para siempre jamás, con cosas desnudas, esta taza de café, este cuchillo, este tenedor, cosas que son en sí mismas, tal como yo soy yo mismo.»

 

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Y como adicional, les dejo este video precioso de Damien Rice que en este último tiempo estuvo muy cerca mío:

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Imagen de portada: harlings.tumblr.com
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sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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