20 de marzo de 2020, Buenos Aires.

El aislamiento actual hace que sea propicio (y tal vez, necesario como un ejercicio) rescatar fragmentos de un diario que se escribió en el retiro parcial, atendiendo lo cotidiano, lo pequeño, lo dócil.

Elegí llamarlo “Donde caen los días” y es algo que se escribió con amor, con hábito, con la espesura propia de lo que nace poco a poco.

Espero que puedan encontrarse en los resquicios de esta casa de los días.

Abrazo azul, siempre.
S.

 

 


13 de julio de 2018.

No puede verse el oleaje de intensidad, pero ha arrasado con todo a su paso, incluyendo mi cuerpo.

Volví a pararme. Fueron mis brazos los que ayudaron a reincorporarme.

Por un momento me olvidé de mí. Me dejé mal abrigada, a la deriva. Extrañé a mi madre.

Lloré su muerte. Tuve miedo.

Pero entonces leí un poema. Abracé a mis amigas. Escuché a Andrea enviándome cariño. Dejé a mi hermana cuidara de mí. Acaricié a mi pequeña perra con nombre de viento. Es la compañía lo que me hace más fuerte. Es el círculo de fuego lo que alimenta el núcleo azul.

Una vez más en los márgenes de lo vertiginoso. Miro hacia delante. El mar asusta pero serán mis brazos los que me saquen a flote. ¿Quién dijo que el fuego azul no sobrevive al oleaje?
Pido templanza. Pido compasión para conmigo misma.

15 de julio de 2018.

Que la intimidad sea. Que no exista interlineado entre mi cuerpo y las sábanas. Que el perro con nombre de música repose sobre mi vientre. Que seamos la calma. Que mi mirada persista en el rasguño del blackout por el que pasa la luz. Que la intimidad sea lo que la intimidad es: volver a casa con tu perfume en mi pelo, con huellas iridiscentes de la noche anterior de las que nadie sabe, excepto nosotros.

16 de julio de 2018.

Qué paradoja sentirme tan liviana y afianzada a la vez. El viento podría haberme llevado hoy, pero mis muslos se estacaron al asfalto, victoriosos, cantando en la marea de gente. Abrazar la helada y el desamparo de los últimos días. Leer una entrada del diario de 2016:

“Voy.
Eso es lo que importa.”

*

Estoy más cerca de ‘mimísma’.

Me declaro inocente.

Bailo.
Escribo en estado de libertad.


31 de julio de 2018.

Escribir por el brutal anhelo de perpetuar lo que sucede. Quizás esta paz inesperada. La melodía del agua corriendo o la leche derramada mientras preparo el café. Mirarme en sus ojos de agua y que la totalidad de mi cuerpo tiemble al verme ahí, reflejada. Que no gane la claustrofobia.

~ AGOSTO ~


1 de agosto de 2018.

La intención de hoy: avanzar hacia lo desconocido.

5 de agosto de 2018.

Una palabra puede cambiarlo todo. El poema resuelve lo que apareció en sueños. Todo está conectado en esta casa de los días. L. me completa las frases. “Entrega total”, dice, y sin saberlo dispara al corazón de la perra vagabunda… al centro del poema.

*

Hoy el color desbordó los márgenes y ascendió el muro. Hubo un destello: la horizontalidad tendió su estrategia y caí entera en lo más hondo de mí misma.
Lo que observo subtitula el paisaje interior. Apertura.

6 de agosto de 2018.

Le pregunté por ese desnivel en el tabique. Estábamos en el patio de La Casa. Me contó que había sido por un golpe inesperado, cuando todavía practicaba boxeo. Pasé mi índice por esa pequeña imperfección porque quería sentir cómo lucía, quería comprobar lo que escribió Keats cuando afirmó que el tacto tiene memoria. Minutos después eligió una canción de Sting y empezó a contar los tempos. Cerró los ojos. No pude evitar mirarlo ahí, perdido en la profundidad del sonido, dejándose atravesar por la música.

Me detengo en esos detalles. Deviene, entonces, algo parecido a una fotografía mental. Escenas que no quiero perder de él, de vos, de ella. El brutal anhelo de perpetuar lo que sucede para poder llevarlo conmigo adonde sea que vaya.

 

~ SEPTIEMBRE ~

27 de septiembre de 2018.

Estudio las geometrías. Por ejemplo, la sombra de las cortinas que se proyecta sobre el piso de su departamento simula un edificio que se conmueve cuando el viento golpea. Todo viento encierra un terremoto.

Me siento sobre su respiración a esperar la falla, esa que también es mía. Lo observo dormir bajo la luz del día. Su índice izquierdo entreverado en las páginas de Trópico de Cáncer. Una entrega así podría repercutirme entera; dejarme ahí, tumbada sobre la cima del sosiego.

 

~ OCTUBRE ~

3 de octubre de 2018.

Cuando el amor temeroso se arrimó a mí, solo pude acariciarlo como a un cachorro de la calle. Sus ojos tímidos revelaron la osadía de lo que apenas se sostiene. Quise arrullarlo, sentir ese calor, ese descanso que deviene cuando el miedo abandona la estrategia, cuando todo se transforma en el movimiento sedoso de la superficie marina.

 

10 de octubre de 2018. Café Cortázar, 12 pm.
La máquina de hacer llover.

Empecé con las cartas sin idea alguna de adonde llevarán. ¿Llegarán las palabras a esa ciudad anclada entre las manos?

Cada café es una conspiración contra el tiempo, un intento de encontrar el horizonte perdido.

Deambulo por el diario, esta casa de los días, leyendo en braille lo que vendrá.

No tengo certezas de lo que escribiré mañana. Todo lo que tenemos es este momento, estos ojos que viven, esta fotografía.

22 de octubre de 2018.

Fue tan necesario el silencio para llenarlo todo. Bailar juntos sobre el filo del deseo. Que la madrugada llegara para caer sobre los cuerpos y que no importase el paso de las horas mientras la música de las mareas.

Fue necesario correr el velo. Atosigar al miedo hasta que diera el brazo a torcer. Trazar la distancia que va de la clavícula a la cresta de la ola para nombrar el placer. Que configures un mapa inédito con el mismo índice con el que sostenés las notas y que yo recite algo que se parece a un poema sobre tu línea del alba.

El silencio para llenarnos todos. Fue, es tan hermoso.

 

~ NOVIEMBRE ~

1 de noviembre de 2018.
Contorno. Boca fresca. Perímetro de luz.

Fijé la mirada en sus ojos de agua mientras se acariciaban las manos. Fui toda erotismo. Nos rodeaban rostros anónimos que seguían atentos lo que sucedía en nuestro círculo de deseo. Se desvaneció el vértigo. No tuve miedo de dejarme ser. Fui toda. Entera quise entrar en la noche. Moverme velozmente con la destreza de un felino. Deslizarme en el misterio y danzar sobre los huesos de la que fui. Decirle: es tan dulce esta muerte, mi amor… me elevo, me muevo. En este paréntesis de tiempo me siento irrevocable, inevitablemente, en mi elemento.

24 de noviembre de 2018.
“La coincidencia de ese mirar”.

Leo a Julio mientras se cierra la tarde. Lo que queda del día aguarda sigiloso como un animal de otro mundo.

¿Hubo que enterarse todo? Todavía busco la respuesta detrás del umbral. ¿Cuántas veces he de salir de mí misma para ver la sombra? Vuelvo a escribir en un sillón en compañía de un otro. Todo parece repetirse con el ritmo de las olas. Qué extraña sensación: vivirlo y observarlo al mismo tiempo.

Estar siempre entre dos aguas me hace tambalear sobre mi propio centro. El equilibrio está en lo que transcurre: rozar sus brazos con el margen de mis uñas como una forma de cariño encriptada. El equilibrio está en encontrar un punto fijo, un faro: el edificio de enfrente, sus ojos, ese rincón entre el cuello y su oreja cuando el peso de su cuerpo se derrama arriba mío, las palabras que dejó sobre el mantel.

25 de noviembre de 2018.
“Debe haber algo”.

Como todo lo que recién empieza, deslizarse lento. Caer sin resistencia en el agua o la presencia.
Ofrendar la atención a algo o a alguien es tan valioso en estos tiempos que corren, que no paran. Leo a Robin: “debe haber algo que no se mueva cada vez más rápido. Algo si no completamente quieto, lo suficientemente lento como para tocarlo.” Cuando se encuentra, tocar entonces. Palpar. Pasar el índice por la fisonomía de esa realidad. Intuir los ríos y lluvias que formaron ese cuerpo.

*
*
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sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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