18 de agosto de 2016.
Eclipse de Luna Llena. Tiempo de transformaciones.
Durante el invierno se estuvo gestando un diario azul que habla del padre, de la poesía y de las montañas con polvo de Dios; una extensa carta de amor para la tierra que me ha visto nacer; un diario de viaje al corazón de la voz.
“Estamos siendo una, ya nos han crecido las cuerdas vocales.
La mujer indómita repta como la serpiente que viene a enseñarme de la vida en el desierto, de la supervivencia en tierras áridas de verbos”, leía ayer, en una de las notas del diario.
Fue necesario cerrar los ojos para escuchar la canción de los huesos; dormir en la penumbra de los bosques; escuchar el idioma subterráneo. Fue necesario abrir el corazón.
¿Qué es lo que asoma después del vendaval?
El verso azul. Un diario de cuatro estaciones. Un secreto que se abre: Oniria y las constelaciones. El fuego. La posibilidad de la Mujer. La luz y la sombra; se asoma la sombra. El Sol y la Luna que suceden, como nosotros.
*

 

30 de agosto de 2016.
El Sol y la Luna que suceden, como nosotros.

 

Se acerca un nuevo eclipse y comienzo a precipitar-me nuevamente sobre el papel, sobre la cama, sobre la vida.
¿Qué es lo que pasa cuando abrimos las manos y se libera un secreto de tiempos de violencia y palabras que arremeten sobre el cuerpo de la madre?
Mis 15 años estuvieron lejos de ser el sueño adolescente.  Aún no me animo a desatar el Tsunami que se aloja en la garganta. Todavía no reúno el coraje suficiente para escribir sobre el verbo “doler”, por eso me acerco al margen de uno de los silencios más vastos de mi vida, en puntas de pie, como una bailarina sincericida, seducida por el vacío de la divina verdad.
Escribo: Te llamo de pie, sobre el margen voraz de la noche. Te llamo con el delirio y desmesura de una rapsodia de cuerdas, de un cello desbordado de fulgor. Te llamo, suspendida en un cielo profundo, entre Venus y el Mar; con la electricidad inconfesable de un tórrido anhelo de fuerza, de deseo, de pasión.
Venus me está enseñando a sanar. Es necesario enfrentar el ocaso de 29 años de vida y sahumar cada recuerdo; es necesario el eclipse total del corazón. Así, mientras la dorada luz del Sol se prepara para bañar la Luna con la llegada de septiembre, Aledaña da sus primeros pasos hacia la superficie.
Voy hacia un horizonte difuso, y nombro los montes y el cielo y los silencios más vastos como un rito de pasaje, como una evocación de la Mujer que está naciendo.
El diario azul habla de la Diosa del Amor y la Diosa del Mar; habla del inicio del perdón para el padre que cambia de rostro cuando la música se apaga; habla del miedo y del descubrimiento del continente me habita. Habla del agua.
El agua es el lenguaje que me permite transmutar.
El diario azul habla de Anaïs, Clarice, Alejandra, el misterio de ser y el cielo profundo. Habla de los astros, el aprendizaje y la pasión.
Me sumerjo lentamente en una búsqueda difusa, como el horizonte, como la idea de nosotros que sucedemos como el Sol y la Luna, como los días. Me sumerjo en la profundidad del océano para hacer realidad otro diario que nace para extender la mano.
Extiendo la mano para mí misma: para la adolescente de 15 años, para la de 17; para la enamorada del amor de 23 años de edad. Extiendo la mano para rescatarme, casi 30 años después de haber nacido… Para dejar que la intensidad de los mares me arrastre hacia la arena y me vuelva a moldear.
 
?
Se acerca el eclipse… y la voz comienza a amanecer.
“Amar lo que es”… Eso es Aledaña.
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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