estamos ligados uno a otro
con grandes hilos invisibles, nuestros sexos
enmudecidos, exhaustos, molidos, todo el cuerpo
un sexo.
Sharon Olds
27 de septiembre de 2018.

“La vida, como el don de la vida”. Sharon Olds

El perro dormía a mi lado cuando observé el archipiélago de luz de la ventana. Era sábado. Despertábamos nosotros y las cosas. Pensé en que él no sabe que siempre formo un 4 con las piernas cuando duermo porque sucede debajo de las sábanas. Lo no-revelado tiene algo de boca abierta, noche desmayada, don de la vida.

Mientras el archipiélago brillaba, él abandonó la cama para ducharse. Sentí los fantasmas venir a buscarme. Busqué refugio ahí, en esa pequeña geografía, ese pedacito de luz: belleza que nace de lo que parece estar roto.
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Radiante, alrededor del cuerpo. Entré en el sueño sintiendo que estaba suspendida en el agua centellante de algún mar. La imagen era aérea, como si el pájaro en mí me observara desde lo alto. El pelo formaba viborillas desprendiéndose de mis cienes. hilos que me conectaban a la superficie marina, o viceversa.
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Estudio las geometrías. Por ejemplo, la sombra de las cortinas que se proyecta sobre el piso de su departamento. Simula un edificio que se conmueve cuando el viento golpea. Todo viento encierra un terremoto.
Me siento sobre su respiración a esperar la falla, esa que también es mía. Lo observo dormir bajo la luz del día. El índice izquierdo entreverado en las páginas de Trópico de Cáncer. Una entrega así podría repercutirme entera; dejarme ahí, tumbada sobre la cima del sosiego.
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Cuando entra en mí, siento que los fantasmas desaparecen. Sobreviene un anhelo de que llegue al otro lado, que roce los muros de la gruta hasta ser nosotros los que desaparecen en el fino aire.
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3 de octubre de 2018.
Cuando el amor temeroso se arrimó a mí, solo pude acariciarlo como a un cachorro de la calle. Sus ojos tímidos revelaron la osadía de lo que apenas se sostiene. Quise arrullarlo, sentir ese calor, ese descanso que deviene cuando el miedo abandona la estrategia, cuando todo se transforma en el movimiento sedoso de la superficie marina.

 

Del poemario “La materia de este mundo”, Sharon Olds, Editorial Gog y Magog.
Imagen de portada vía tumblr.com
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sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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