24 de octubre de 2016.
La belleza de lo inesperado.
Quizás debería decirte que prefiero el lado izquierdo de la cama
Que me gusta el café con dos de azúcar
Que me es difícil atravesar el día sin música, aunque sea una canción 
Que si me dan a elegir diría cualquiera de Sabina, Drexler o Lisandro Aristimuño
Que en los últimos días París no ha dejado de asomarse en mi camino
Que mi puño izquierdo se mancha de tinta cuando me siento a escribir
Que a veces necesito horas, días de silencio para volver a mí
Que mi corazón se expande cuando pienso en mis padres
Que se tuerce cuando entiendo que ya no volverán
Que algún día, en algún lugar, me echaré a llorar sin razón aparente
Que el motivo será la ausencia de los cuerpos o la ceniza entre las manos
Que al día siguiente volveré a sonreír porque sigo con vida
Que estoy aprendiendo a vivir-me
A creer-me
A querer-me
Que no me molesta caminar bajo la lluvia o sentarme a esperar que pase la tormenta si eso decanta en conversación
Que me es difícil atravesar el día sin algo de música
Que suelo repetirme
Que a todo le busco/le escribo/le invento un brote de poesía
Que a pesar de que aún no nos conocemos
Siempre nos queda 
la inevitable
Caótica
Y magnífica belleza 
de lo inesperado…
Y qué bueno.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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