Espejo de agua

8 de octubre de 2016,
La mañana siguiente.
Todas mis palabras es la música de los días sin nombre, la poesía, el hálito de vida de un intento de mujer.
La voz que viaja desde los 17 años me cuenta que nos encuentra distintas: “Has dejado de escribir en inglés”, dice. Le contesto que todo está bien, que hace unos años emprendimos un viaje de amor y transformación, y estamos aprendiendo a querer, a querer-nos; que nos atravesaron los años, Sabina y París; que aprendimos a dormir en los hospitales y mover el peso de un cuerpo débil; que nos hicimos fuertes… Le digo que nos hicimos FUERTES.
También le cuento sobre los 3.000 metros de altura y el aire de montaña, La Cumbre, la rampa y las alas parapénticas como respiración de la vida. Sigo hablándole de los besos de despedida y los abrazos de reencuentro, del país que nos dijo que “No” a los 22 años de edad, de las lágrimas y el miedo; le cuento sobre el miedo a volver a intentarlo, el miedo al rechazo.
Le digo: El lunes miramos al miedo a la cara y le dijimos que es hora de que nos ceda el volante; que sí, que puede acompañarnos el resto de la ruta, pero que ya estamos listas para elegir nuestro camino; que ahora sabemos cuándo frenar, que aprendimos a acelerar y esperamos el momento… Aprendimos a esperar el momento indicado para asomar la mano a través de la ventana y sentir cómo el viento se desliza entre los dedos.
Que no es que lo que éramos no existe, sino que ha transmutado, quiero decir, existe y supo ensamblarse a lo que SOMOS HOY. Que dejamos de pelear con el futuro; que miramos el pasado con perdón y aceptación; que de ello ha nacido un diario azul.
Que sí, la música, la literatura y el cine siguen inundando los rincones, sólo que ahora pasaron de nuestro cuarto a la totalidad de la casa, al igual que el aroma a café, yerba mate y peperina. Que ahora estamos rodeadas de gente hermosa y llena de vida, de almas que nos hacen pensar que nada es casual; que nos hacen vivir en el margen, no con ansiedad, sino con la hermosa y estremecedora adrenalina de que todo-sólo-puede ir de bueno a mejor, y más… Que nos sentimos vivas y estamos aprendiendo a querer con la mirada del alma. Que, por sobre todas las cosas, ya no le tenemos miedo a la felicidad.
Le digo que me tome de la mano, con fuerza, y nos lancemos de lleno a cantar esta canción:

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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