24 de septiembre de 2016,
Sostiene mis huesos.
Estoy buscando, sigo buscando una forma de aprender. Nunda-nada-deja de ser aprendizaje, y esto es un aprendizaje en sí mismo.
Repito: “Aprendizaje de los días sin nombre”; y quedo reverberando en el aire meridional.
Necesidad de escribir con el sol a mi derecha para echar luz a lo no reconocido, al mensaje sutil del inconsciente que viene a través de la voz lejana: escribir para aprenderme; escribir para aprehenderme.
Aprendizaje del cielo celeste y un capullo que se abre, de la poesía en los labios y el vapor de café que serpentea entre las manos, de amar lo que es…
… Mirarme al espejo cada mañana y repetir-me: “Hago lo que puedo con lo que tengo y lo que sé”.
Escribir para contemplar el pensamiento. Escribir para sahumar. Purificación profunda de lo que ya no soy.
Escritura de días verdes y poesía salvaje, del recuerdo de los dientes en la carne y la transformación del deseo; escritura del alma de las piedras, la oscuridad y la montaña: canto de abejas.
Aprendizaje del sin-sentido, de las notas sin correlatividad, de sentirte en el aire; de boca viva…
De caer
Y caer
Y caer
Y entregarme a la música.
De entregarme a la música mientras quedo suspendida en un destello del cristal, en un hechizo del tiempo.
Voy dejando rastros de mí, me deshago adónde sea que voy para volverme a crear. La poesía, la tinta y el azul me liberan del cuerpo.
En esta dulce entrega abandono la vasija humana y voy hacia donde el viento decide llevarme, como una hereje de la probabilidad…
Me dejo llevar
Y te llevo
Y me llevo 
Más allá de la posibilidad.
*

28 de septiembre de 2016,
El milagro de la contemplación.
En aquel septiembre de 2016
los árboles comenzaban a poblarse
sonaba la confesión del viento en el matiz de la voz de las raíces
el perfume de las alegrías de un jardín de Buenos Aires revolucionaba la mañana
el cielo se extendía celeste y magno en la mirada de los niños
una mujer cerraba los ojos ante el susurro de una canción: “La buena noticia sos vos… Sos vos
sucedían el tránsito, el sol, la vida y los gorriones
nacía un sueño azul del otro lado del Atlántico
un hombre y una mujer sostenían su mundo con un beso
Kundera llegaba en la súbita inspiración de una frase: “El amor comienza con una metáfora
todos y cada uno de estos acontecimientos inscribían su forma de amor en la memoria poética de una mujer…
que llenaba su cuerpo de fogatas de amor y pequeñas alegrías; de la sutil y sorprendente belleza de la vida.

*

2 de octubre de 2016.
(Suena “Angel” de Sarah McLachlan de fondo, entreverándose con el sonido de la lluvia).
Me siento a escribir con la dulzura de la finalización entre las manos, como si éstas fueran un cuenco que contiene la vida. 
Miro los recuerdos y desde el 2008 traigo a mi memoria la música que marcó toda una etapa: Chantal Kreviazuk, Counting Crows, Damien Rice, Death Cab for Cutie…
Algo del intento de mujer está volviendo a mí, como agua que corre y viene a limpiarme, como la necesidad de volver a mirar hacia atrás para ver de donde nace el río.
Mirarme y leerme hace 8 años. 
Recordar el idioma ajeno que viene a la lengua de forma natural: 
I just wanna be me, I just wanna be me,
I just wanna be mine.
La voz del alma que envía claves en los sueños.
Diario onírico y palabras de amor. 
Siempre palabras de amor.
Magnífico misterio de amor que duerme conmigo. 
Aroma a café que danza con el perfume a lavanda.
Destilación del deseo. Transformación del deseo.
“La música es mi meditación”, le decía a mi hermana hace unos días. La música es mi forma de viajar en el tiempo; mi forma de entrar en un maravilloso estado de contemplación que me permite aprehender sobre la dimensión de la vida, la belleza cotidiana, la destilación del amor, la transformación del amor.
Aceptar el pasado. Aceptar que todo lo que sucedió hasta esta mañana de octubre me trajo hasta aquí. Agradecer la nevada, el Tsunami y los días sin nombre. Agradecer los comienzos y finales, las continuidades, los asombros. Agradecer la vida, sí, pero también la muerte; la alquimia poética de los cuerpos ausentes y los abrazos tácitos; la nueva voz que se asoma entre mis labios proclamando un nuevo nacimiento.
Estoy aprendiendo a quererme. 
Estoy aprendiendo a tenerme cerca, a no desistir-me.
Now I’m gonna be me, Now I’m gonna be me,
Now I’m gonna be mine.
Que la onda expansiva de este amor llegue y te envuelva; que la vida te envuelva, que tu cuerpo sienta la tracción de la sangre y te haga seguir y seguir y seguir; que crezcas, amor, que crezcas. Que en este momento, en el que emito un soplido de vida en el vacío del living de mi casa, la música del amor te encuentre en los vientos de cambio y te haga saber
que nada…
nunca…
es tan imposible como pensamos.
Amor, 
No desistas de vos.

*

4 de octubre de 2016,
Alquimia poética.

A la que era:
Por un segundo fuimos grandes y nos volvimos poesía.
Nos atravesaron los miedos, el bosque y la montaña.
Nos volvimos Barcelona, París, el susurro de Aledaña, y el milagro de la contemplación.
Fuimos un intento de amor.
Ahora, en este inciso de la vida, la que fui, la que soy y lo que somos se desnudan hasta el hueso;
cantamos los versos de nuestra divina verdad.
Desde el alma de las piedras avanzamos despacio y livianas,
como quien flota sobre la superficie del agua.

La música como cartografía del alma…


Imagen: Julia Morozova
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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