I.
¡Mentira!
Las primeras líneas de mi primer libro pertenecían a una novela que iba a llamarse Cuando vuelves. Este libro iba a contar la historia de un verano interminable y una niña saliendo del capullo. Pero se ha quedado a mitad de camino. Me he quedado a mitad de camino.
Digo: Mi primer hombre ha formado un nido entre mis piernas y no se quiere ir, o soy yo quien se ha negado.
Lo estoy intentando. Estoy asomándome a mi forma de perdón.
Para ello, N. me ha regalado un conjuro: Las manos sobre el útero serán la liberación de los pájaros.
Es tiempo de crecer.
II.
Ayer por la noche Clarissa me habló sobre la Luz del Abismo. Estoy comenzando a ver las puertas: 
La muerte ha sido una. Pronuncio la muerte porque he entendido que es parte del Todo. 
Vida/Muerte/Vida.
Le he perdido el miedo al sol. Ahora en lugar de apartarme, cierro los ojos y dejo al calor atravesarme, pintándome los párpados de oro. El calor es un regalo del cielo. También lo es el perdón: Regalo providencial —este término ha aparecido varias veces en los últimos días—.
III.
Quizás nunca termine de escribir Cuando vuelves, pero hoy he entendido que el perdón, los pájaros y el sol han venido a hablarme de lo mismo que Sabina hace 2 días atrás: A M O R.
Ella la de los bosques soy yo, somos todas.

Intuición será lo mismo que decirte: 
La liberación de los pájaros
La estación de las libélulas
El amanecer de la Mujer
[Otra puerta]
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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