26 de octubre de 2015, 02.30 am.

Julio,
Aún no entiendo mi debilidad por los detalles, este constante “detenerme a mirar como el sol le da color a las nubes en pleno atardecer“, o “recorrer con los dedos los rostros de papel disecados en un poste de la calle“; o tal vez este “ver cómo una madre abraza a su hijo y pronuncia un te-amo con los brazos“. Todavía no entiendo este “ser conmovida por los giros del mundo“, o “los hilos que se tensan en el centro de mi pecho cuando un perro vagabundo cruza sin mirar“.
Sensibilidades. Eso que algunos suelen llamar “debilidades”. 
Todavía no me entiendo, Julio.
Llevo mis sensibilidades por debajo de la piel. Llevo el desorden de los átomos, la dispersión de la fauna que me nace cada vez que pienso en el capítulo 5 de Rayuela. Entonces juego a inventarles un nombre, y las pongo a dormir en los surcos de mis labios como “sensibilidades transdérmicas“, si es que acaso eso puede ser un nombre. Y mientras me relamo con un poco de caos y un poco de sed, me transita la esperanza y yo la transito, porque la esperanza es parte de mi sensibilidad. 
Tengo ganas, Julio. Tengo ganas de no perder las esperanzas en el magma del aire, en París, en tu voz, en las cartas que te he escrito hasta el momento; en las camas que huelen a noche, en la ciudad; en la sensibilidad humana que enhebra la poesía entre mis huesos y los tuyos y los azules y las sirenas y el lado oscuro de la luna: el lado oscuro del corazón; el estómago del mundo.
Te escribo desde la anulación de la distancia y los relojes, desde su ausencia. Escribo el silencio de fronteras que, inminentemente, constituye la voz del poema. Porque cómo bien lo dijiste alguna vez, “somos este encuentro desde tiempos y espacios distintos, una anulación de esos tiempos y esos espacios, y eso es siempre la palabra y la poesía.
*
Escribir una carta de amor para un cuerpo ausente, para el verbo fantasma, para el hombre que pronuncia las ciudades al unísono conmigo.
Carta #1: http://goo.gl/hCo0Rm
Carta #2: http://goo.gl/KQf3g0
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sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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