“A veces tienes que quemar tu casa para poder ver la luna.”
—Dicho Oriental
I.
Aquí comienza la búsqueda sobre el “porqué mañana”; la carta de un viaje vertical en el que he de escribirme a mí misma para incendiar mi hogar y mirarme desnuda en el espejo desprovista de corazas. 
Aquí ha de comenzar la resurrección de la caricia: me miro en el espejo y poso mi mano sobre mi propia mejilla, con la promesa de la oruga que deviene a mariposa. 
Me digo: “Todo estará bien. Es hora; ya es hora de ser benevolente contigo; es hora de quererte como eres. Es hora de dejar que los copos de nieve se disuelvan en la lengua mientras se quiebran los cristales de la copa de la que has bebido culpa. Baja la guardia.
Me sumerjo en el capullo. Necesito el silencio para que comience el ritual de sanación en el que la escritura ejerce un papel principal; el papel principal para salvarme.
Comienza el ritual un sábado de octubre de 2015, pasados 4 días del que sería el cumpleaños de mi madre.
Comienza el ritual en un día de nubes con rastros de rímel, cúpulas roídas, balcones con vestigios de París, y Drexler que recita: “uno solo conserva lo que no amarra”.
Entiendo entonces que he de darme rienda suelta como una forma de cuidarme; cesar esta búsqueda de manos ajenas que sepan contenerme si soy yo quien aún no ha logrado (con)tenerse.
II.
Vuelve la voz en el espejo y susurra: “Siéntete el pulso y agradece el latido; siente la gracia de latir sobre esta esfera de tierra y azul que gira alrededor de una ronda de fuego. Siente… Siente el rayo de sol después de la tormenta; siente la dulzura del recuerdo de una ciudad que es sucesión de puentes y Sagrado Corazón; siente el verbo del tango y la bohemia en Buenos Aires, el rincón del mundo que te ha visto nacer.
Reconcíliate con la quietud, con la pereza, con la nostalgia, con el asfalto, con el caos, con la tristeza. Mira las paredes intra-versas del capullo y píntalas de negro o de la huella de tus labios carmesí. Agradece también la oscuridad del capullo. Agradece la profundidad del océano. Siente tus funciones vitales y pronuncia la caricia con los labios y los párpados y la lengua.
Convierte el planisferio en un manto y viértete mares en el vientre para que geste la luz. Quema tu hogar. Quema la jaula. Quema los juicios y todos los cánones. Quema las máscaras.
Busca la luna. Busca la madre. Busca el Tsunami. Busca el escorpión que emerge de las profundidades, las profundidades del océano. 
Acepta el rostro verdadero, la ciudad que nace de las entrañas de tu propia intensidad. Reconstrúyete desde todos los hombres que te han sido jauría sobre el cuerpo; reconstrúyete desde Cortázar y París; reconstrúyete desde la ósmosis, la claraboya, los placeres de la noche. Reconstrúyete desde el signo, la palabra, el deseo; el “état second” constante que te devuelve a la vida, la vida que te devuelve a la sangre, la sangre que te devuelve a las venas.
Vuelve a construirte desde el labial en la almohada, desde los átomos dispersos, desde el desorden; desde la renuncia del análisis sintáctico de las penas de amor, las penas de versos, las penas de sombra. 
Renace en la ‘Soledad’ de Paul Delvaux, en el diario de Anaïs o las ‘Saudades’ de Clarice; en el compás de ‘La Superbe’, ‘La Cruz del Sur’, o el jazz de las películas de Allen. Renace en las gotas de útero, las gotas de lluvia y las gotas de lágrima. 
Renace en el agua. 
Renace en el viento. 
Renace en la noche. 
III.
Renace en el eco de la canción de la marea:
A veces ser tu propia madre 
es arder para mirarte las heridas.
A veces ser tu propia madre 
es incendiarte cuando no hay nada por quemar.
Soledades:
“Ruleta de la muerte, que se juega viviendo”; 
“Serigrafía de la noche” para seguir reconstruyendo; 
Naufragio necesario para volver a respirar.

Inspirado en el poema de Julio Cortázar, Negro el 10 (goo.gl/JP71dg);
con la colaboración visual de Mel Seser
www.facebook.com/melseserph // www.melseser.com

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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