| Los labios del volcán #1
Te digo: he tocado el fondo del océano con la punta de los pies. ¿Es necesario el naufragio para volver a nacer? Aún no lo sé, solo sé que no hay más certezas que mis propias manos alrededor de mi cintura, o las cartas anti-somáticas que ahora son cenizas; el romance de los vuelos que me han alejado y me han traído de vuelta al continente que me ha visto nacer, o las ciudades que se han filtrado por debajo de mi piel.
He empezado a escribir un poema de extensión indefinida dedicado a la fortuna de sentirme mujer. He comenzado una carta que data desde mi propio nacimiento, una carta a mí misma para sanar la herida y la sangre. Me he animado a encender un fuego azul para el árbol, las raíces, los huesos y la gitana que me habita.
Te digo y vuelvo a decirte: he tocado el fondo del océano. El transatlanticismo que solía envolverme se ha vuelto parte de mi cuerpo, esto sí lo he somatizado, como he somatizado en lágrimas las cenizas de mi padre entre los dedos en un día de sol. 
Dicen que del polvo venimos y al polvo volvemos, pero me gusta pensar que estoy hecha de mar y de viento y voy a ser el rumor de cada mujer que pise la Tierra. 
He empezado a escribir una carta poética de extensión indefinida para los labios, el agua, la voz, el fuego, el útero y el viento; una carta poética para la mujer natural.
| Los labios del volcán #2
Anaïs dice que obtiene placer de sus transformaciones:”Pocos saben cuántas mujeres hay en mí.”
La sigo y escribo: “a veces soy dos, a veces soy una, a veces soy nadie”; y sin embargo, nos/abrimos/me/abro
en la mirada del lobo 
en la humedad de la tierra 
en la boca que pretende recitar un poema bajo el agua.
Muere la flor que ha sido podada de sus raíces, de su sangre, de su herencia. Muere la flor que ha sido privada 
de la luz
del contacto
de su capacidad natural de transformarse.
Pero si pierde sus pétalos tras haber sido sacudida por los Vientos del Norte, o luego de haber superado el temporal, o después de haber alcanzado la plenitud de su belleza temporal; si ha gestado una canción con su perfume, si ha dibujado una sonrisa en el rostro de una abuela, si ha encontrado un hogar descansando entre las páginas; entonces, solo entonces, podré decir que la flor ha estado viva.
Y sin importar si hoy elijo ser jazmín, violeta o amapola, podré mirarme al espejo y decir-me: 
“Pocos saben cuántas flores hay en mí.”
| Los labios del volcán #3
Alguna vez fui pájaro
en el nido del eco de las alas al cielo, de los cielos rosados de una península al Este antes del último suspiro de mi madre.
Alguna vez fui pájaro 
en eterna traslación del eje de los árboles que me vieron nacer, en un rincón de una ciudad de cemento, sin verde, sin siete colores ni cerros.
Alguna vez fui pájaro 
y le di de alimento mi torso a ciervos con forma de hombre, y el hombre terminó por convertirse en jauría.
Alguna vez fui pájaro 
en una canción de Sabina, en la melodía de la mujer que viaja con las manos sintiendo el polvo, la roca y el frío del hierro. También sé que he sido pájaro en la viajera que convive con su sexto sentido entre las piernas: la capacidad de dar a luz.
Alguna vez fui pájaro 
y estoy aprendiendo a habitar el presente con las alas que me han crecido en los omóplatos de este cuerpo de mujer; estoy aprendiendo a volar cargando mi sexto sentido, como secreto de mi sensibilidad. 
Alguna vez fui pájaro
y al encontrar el final de mis días… quiero decir, cuando el final salga a encontrarme, entonces diré que en la próxima vida quiero ser bandada.
| Los labios del volcán #4
Aun así, el fruto extraño se abre paso entre la niebla de la duda, y revela su núcleo.
Fresa salvaje. 
Vengo a decirte que la niebla es el sonido del tiempo en un disco de jazz, o a la imagen de un torso detrás de un vidrio empañado; o quizás la huella de tinta de una nota que he dejado abandonada en París. Vengo a decirlo como una confesión, porque me han nacido las ganas de contarte los secretos de los pliegues de mi mundo.
Un secreto: en este maridaje de fruta de niebla de notas azules, encuentro el remanso de la forma que he elegido para que brote el amor.
Otro: en este verso fantasma de constelaciones pasadas de reloj y café de madrugada, en este lado oscuro de la luna, siento el culposo placer de la nostalgia y la melancolía que me habitan; el culposo placer de re-lamerme las heridas.
Aun así, me abro en la niebla, en la lluvia, en el musgo, en el barro.
Aun así abro los labios y espero que el magma ascienda desde el núcleo para pronunciarte, en la intimidad, un último secreto: a veces el corazón escala a mi mirada y veo la vida más dulce; otras, baja hasta el punto de fuga que acontece entre mis piernas, y entonces, entonces amo con fuerza… 
como si el mundo fuera a acabarse mañana.
| Los labios del volcán #5
El viento ha venido de nuevo para confesarme la verdad:
la mujer y la niña se unen en el margen, en la frontera de un silbido que viene del Este; 
de un “te amo” que baja desde el Océano Pacífico; 
de un beso prófugo de Buenos Aires a las 3 de la mañana; 
del compás de una mirada de gacela que me envuelve en claroscuro mientras bailo en la noche;
y bailo;
y me bailo los duelos, las muertes, las dudas, los ocasos, los azules en concierto.
El deseo. 
El viento ha sido un deseo a la luz de las velas, los besos perdidos antes de crecer, la ceniza encontrando su curso en el aire. El viento también ha sido la fiebre de dos cuerpos adolescentes en el enero de un verano de un ojo verde y otro pardo; un verano de dos mil y no recuerdo cuándo, un verano de áticos testigos.
El verbo.
El viento refleja mi verbo pasado dejando una caricia suave sobre el rostro. Yo empalmo mis pestañas y agradezco la visita del recuerdo, el recuerdo del pasado que me trajo hasta aquí.
Doy gracias al viento. Doy gracias y pronuncio un adiós con mis dedos en los labios. 
He sabido encontrarme en el lenguaje del viento.
He sabido encontrarme y despedirme, en lo que el viento se llevó.
El viento se desdobla y me renuevo. Poso las palmas de mis manos sobre la zona inferior de mi vientre y digo: 
ahora entiendo que quizás, algún día, sí quiera ser madre. Ahora entiendo de dónde nace la luz.
El viento se renueva y me desdoblo y me pliego y me vuelvo a desdoblar cuántas veces sea necesario para intentar entenderme, con el viento…
Con el viento seré, por lo que dure el intento y soltaré mi canción natural en el suelo que me ha visto nacer.
NACER.
El viento nace, y nazco yo, 
y sigo naciendo.
Soy hija del cielo. 
Soy hija del cambio. 
Soy hija del viento.

| Los labios del volcán #númerodesconocido
I.
“El cuerpo se transforma en un don”. 
Clarice se vuelve la luz de una vela y me siento voraz 
De señales
De fuego 
De cuerpo
De vida.
Estoy aprehendiendo los movimientos del mundo
Y siento las profundidades del mar volcándose en mi boca; 
Azul es mi alimento, y el agua, y el viento.
Me condenso y me vuelco 
Para devolverme a la Tierra 
-el vuelco de mi forma natural-
II.
La mirada fija en el Vesubio 
-el volcán te dirá la verdad-
El fuego que arrasa
-el volcán te dirá la verdad-
El poema de las profundidades de la Tierra volcando de sus labios el ejemplo
-el volcán te dirá la verdad-
III.
El agua es mi alimento. 
El mar es mi verdad hecha poesía.
El agua lava los recuerdos 
De los muertos 
De los huesos 
De la carne hecha cenizas.
IV.
Doy un vuelco y regreso a mi forma natural:
Seré mar, seré lluvia, seré viento del Sur.
De la Tierra yo vengo, 
Y sobre la Tierra me vuelco 
En mi forma natural.
V.
Estoy aprehendiendo los movimientos del mundo, 
y el mundo trémulo en mis manos dispuesto a hacerse jugo 
Y pulpa 
Y poesía, 
En la orilla…
En la orilla de mi regreso a la forma natural, 
Virgo es el cuerpo y el cuerpo es un don.
El cuerpo es un don, escribe Clarice, 
Y se enciende la vela 
Y el volcán se dispone a volcar mi verdad sobre 
Mi pueblo, 
Mi cuerpo, 
Mi vientre: 
Este es EL DON DE SENTIRME MUJER.

*
La mujer natural nace del magma del verbo, de la ceniza que se disuelve en el aire, de la erupción de las fronteras. La mujer natural ha ido sin escalas hasta el hueso para volverse a construir en forma sucesiva, porque quiere nacer-se en el cambio.
“Los labios del volcán” ha sido un diario íntimo de la mujer natural, la alquimia de la mujer a través de la inspiración, la poesía y la fotografía, con la colaboración de la mirada en blanco y negro de Andrea Daniela (andreadanielas.tumblr.com)
6 poemas, 6 fotografías, 6 maneras de darle voz al cuerpo femenino… 
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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