9 de septiembre de 2015, 4.15 pm.
Julio,
He sabido encontrarme en este pequeño espacio que se traza entre nosotros cuando escribo. Es mi primer aniversario bajo lluvia (miento, quizás sea el segundo), y esto me recuerda a París, así como el libro que llevo conmigo. Creo que tú y yo lo sabemos: París no se acaba nunca.
La ciudad me recibe con resguardo a pesar de la llovizna. Creo que es una buena forma de hacerme un regalo: la lluvia arrasa, y limpia, y me da una caricia fresca como una tarde de Mediterráneo y arena entre los dedos de los pies.
He sabido encontrarme en un rincón de Buenos Aires que lleva tu nombre, un refugio en el que los tejados y el contraste me envuelven en un juego de dulzura que sólo nosotros conocemos.
Y las aceras, las aceras están húmedas Julio. Los automóviles pasan, los veo pasar, interrumpiendo la caída de las gotas, como alguna vez tus poemas lo hicieron conmigo. He quedado suspendida en tu palabra.
Hoy, en el día de mi cumpleaños, me han pedido que abra el corazón; y como consecuencia siento que algo ha cambiado. No pensé que su efecto fuera tan próximo a mí, a ti, y a todo lo que nos separa; no, todo lo que nos separa es solo polvo que la lluvia se lleva, y arrasa, y arrastra, y yo me abro Julio, me abro de piernas al mundo, es decir, a ti, y la poesía, y la vida, y la muerte, y París, y la nostalgia que me roe por no poder vivir en dos lugares a la vez.
Nos une la tinta. Mi mano izquierda está manchada pero ya no me importa. Por el contrario, los rastros de tinta son la evidencia de que he comenzado a escribirte. Trato de convencerme de que hemos creado un lenguaje a pesar de que no haya voz del otro lado.
Y todo esto ha sucedido mientras la lluvia se hace intensa aquí en Agronomía; la lluvia se hace intensa a través de un cristal con la leyenda de Rayuela en reflejo horizontal. La lluvia se hace intensa y yo me acoplo.
He comenzado a escribirte y esto es lo que importa: la belleza del paso inicial, la hermosa huella de tomar la decisión.
Sí, he salido a encontrarte.
S.

*

Escribir una carta de amor para un cuerpo ausente, para el verbo fantasma, para el hombre que pronuncia las ciudades al unísono conmigo.
Carta #1:
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Imagen vía Instagram
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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