Mientras alguien dice “siempre queriendo lo imposible“, yo contesto: “una mujer es una mujer“. Me cierro en mi capullo mientras Patrick Watson me habla de construir un hogar, el mundo y las desapariciones. Unos minutos después, Damien me recita con la misma dulce voz que marcó mi adolescencia: “Tú podrías ser el lugar favorito en el que jamás haya estado” -y sé que aún le debo un poema por alimentarme con tanta belleza a través de sus letras-.
Mientras escribo, pienso en una ciudad que no deja de llamarme a través del océano, o quizás son dos ciudades, dos ciudades que me llaman a la par y con las que alguna vez formé un triángulo amoroso. 
Algunos dicen que Barcelona es mujer pero en mi piel se ha tallado como un hombre que de alguna manera se ha quedado conmigo; de esos hombres que cautivan con la primera mirada, con una presencia ineludible y el vértigo anguloso de su provocación. Barcelona me ha marcado: ha sido la antesala del final de la vida de mi madre, y el comienzo de una gestación, la gestación de este Mar Mediterráneo que me crece por dentro.
Mientras sigo escribiendo pienso en que Barcelona ha desplazado a París en los últimos días, y se ha colado entre mis libros, mis fotos, los poemas que llegan a las manos, la voz de Julio, el libro de Gaudí que se esconde del sol en el patio de mi casa, el café de madrugada. Barcelona ha tenido la osadía de venir a buscarme cuando hay algo de Buenos Aires que aún no me deja ir. A Barcelona también le gusta lo imposible, y quiere que vuelva a mi forma natural: el contraste de las formas, la sensualidad del Barrio Gótico, la fruta en los labios, los pies en la arena, las piernas al viento; las profundidades, como diría Anaïs. 
Mientras alguien dice que “las profundidades son otra forma de aspirar a lo imposible“, yo contesto: ya no me importa 
porque la sirena 
el anfibio 
y los azules océano 
porque los labios del volcán,
el durazno que se ha partido al medio, 
y la ciudad que me ha abierto los ojos. 
Sí, la música es mi talismán
y siempre estoy queriendo lo imposible…
Una mujer es una mujer.
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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