“Sobre todo llegará un día en el que todo mi movimiento será creación, nacimiento, romperé todos los ‘no’ que existen dentro de mí.”
-Clarice Lispector, Cerca del corazón salvaje.


La casa encendida.
Enciendo una vela para el árbol y sueño con faldas que faltan, faltas que augurio, augurios de aroma a cafeína.
La sinfonía azul, y azul la ciudad que se ha filtrado por debajo de mi piel: “transdérmica”. Así la ciudad, la mordida, la canción; mis raíces europeas que se abren a la luz, ahora.
Azul, ahora. Azul una sinfonía de Mahler a las 3 de la mañana: “Vivo solo en mi cielo, en mi amor, en mi canción.
Azul la portada de un libro que me llama y se llama “Océano ambulante“. Poesía. Poesía azul.
Azul el cielo en una clase en la que nosotras dijimos: “El cielo es azul” y esto también es poesía.
La casa se enciende de azul, y me viste con caricias de sábanas ajenas que me envuelven y sacuden mis prejuicios de amor, los exponen a la luz y la sombra y el canto de los dioses griegos que vienen a colonizarnos el cuerpo, mi amor… mi amor. ¿En dónde está el amor? ¿En las sábanas, en las grietas, en el océano de vida que llevo entre las piernas?
Azul el amor de mirarme al espejo y reconocerme con las manos. Azul el cuerpo de mujer que nace a partir de una mancha de tinta. Azul mi lengua que me habla de la nostalgia de no poder habitar dos lugares a la vez. Azul oscuro casi negro quizás la portada de mi próximo viaje a la poesía, “Aledaña“. Sí, me gustan los márgenes, amor. Mi amor, ¿qué es el amor?
Azul el miedo. Azul admitir que tengo miedo del miedo, miedo de catorce horas de vuelo sin poder dormir, miedo de las profundidades del océano, y miedo -vértigo- de amor.
Azules las notas de jazz. Llevarte conmigo, cargarte en mis manos, doblarme en un trozo de papel y librarme al azar en una librería de París…
Y París azul. En donde todo ha comenzado, adonde todo parece conducir: la ciudad, la mordida, la canción, el hombre azul que creo aún no conocer; este color que soy y que asimilo como mi propia melodía: el témpano de miedo que desliza, la belleza de silencio que antecede al temporal.

Imagen vía pinterest.com

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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