
“Hemos sabido encontrarnos“, escribo en mi cuaderno.
La tarde se me escapa de las manos tejiendo palabras de amor. O no, la tarde me atrapa, convirtiéndome en la víctima de una red tejida con mis propias manos, las mismas que han acariciado los brazos-Coliseo.
Busco enredarme en historias que se gestan en Argentina y abren sus capullos en otras latitudes.
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No escribo para nadie. Ni para él ni para vos, ni para el primer hombre que pactó desencuentros al dar vuelta a la manzana. Tampoco para aquel que supo calarme la piel con su mirada de océano Pacífico. No. Ni para él ni para ellos, ni para vos.
“Hemos sabido encontrarnos“, como un pasado a futuro, como la eminencia de las conjugaciones, el tiempo que aún no se ha inventado.
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Hace días que no me siento a admirar el atardecer a través de la ventana. Hay un elemento de temor en ver el sol esconderse para cederle su lugar a la luna – luna mezquina, de ahora en más devorarás el día vestida en tus hábitos de frío.
¿Por qué corre el sol, y hacia dónde? … Sí, hacia otras latitudes.
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“Transatlanticismo se ha convertido en el soundtrack de mi vida“, digo hacia adentro, como si quisiera reafirmar lo inexorable.
Transatlanticismo es una plegaria que nace de la necesidad de contacto: “te necesito más cerca.”
Transatlanticismo es una dulce y melancólica solicitud de valentía: “vuelve a casa, vuelve a casa.”
Cruzar un océano.
Quebrar los relojes es cruzar un océano, y un viceversa sin listas de espera.
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Una nueva canción ha salido a buscarme esta tarde, antes del ocaso. Un pedido de cercanía: “Tú eres mi viajera, mi pequeña viajera, lejos a través del mar.” Quizás Ben tampoco escriba para nadie, pero ha sabido encontrarme; he sabido encontrarme en su canción-plegaria de necesidad de cercanía que hace eco desde otras latitudes. Historias que se gestan en Estados Unidos y abren sus capullos en Buenos Aires, Argentina.
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Kintsugi es el arte japonés que recompone cerámicas y tiene por filosofía exponer las roturas y reparaciones, considerando que éstas forman parte de la historia del objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse, poniendo de manifiesto su transformación e historia.
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“He sabido encontrarme.” Quebraré los relojes y expondré mis cicatrices a la luz del sol, o de la luna, me es indiferente.
Escribiré Kintsugi en la portada del libro con tinta invisible.
Daré luz a mi transformación generando mi propio ocaso con letras, lejos, a través del mar.
No corro hacia ningún lugar: escribo para cruzar el océano; escribo para estar cerca de mí (auto-plegaria).
Escribo para gestar mi propia latitud.
* coordenadas: