Querida Y,
Tengo tanto para decirte que a veces siento que no me alcanzan las palabras (y eso ya es mucho decir). 
Hoy es tu cumpleaños y me toca mirar hacia atrás para hacer un recuento, aunque los expertos digan que hay que mirar hacia adelante. Quiero mirar hacia atrás para que puedas ver conmigo cuánto creciste.
Te escribo como hermana y como testigo; testigo de las decisiones que te llevaron hasta hoy. Al mirarte veo una mujer con espíritu de niña; veo una sonrisa eterna y un sentido del humor listo para renacer cada vez que es necesario. Cuando te miro veo una viajera, una luz en mi camino y el camino de muchos (y es que sabés cómo brillar, eso es innegable).

Así que acá estamos, vos con 27, yo con 28 años. Nuestra casa ya no respira de a 4. Ya no contamos con la calidez de las manos de papá ni su música los sábados por la mañana. Ya no tenemos los abrazos de mamá que pronunciaban “vos podés” entre paréntesis (y ella sí que sabía hacer posible lo que podía parecer imposible). Pero si contamos la una con la otra. 

Somos ellos y nosotras, sin fórmulas, sin restas. Te vuelvo a mirar y sí, como decías esta mañana, reconozco el sentido del humor de papá y la energía de mamá en vos. Te vuelvo a mirar y los veo en vos, y eso me hace pensar que nunca los perdí.

Alguna vez te dije que “todo iba a estar bien”, y todo estuvo bien, porque no podría haber tenido una mejor compañera para atravesar esta tormenta; porque a pesar de las turbulencias de la vida, de loa sucesión de hospitales, de los caminos divididos; a pesar de las mejillas húmedas y los abrazos rotos… a pesar de todo, la vida nos sonríe. La vida me sonríe porque estás conmigo.

Entonces, este libro es para ellos… pero también es para vos.

***
Y cuando se haga oscuro y la noche devenga sobre el día, buscá la luna, cerrá los ojos y escuchá el sonido de un avión. Viajá, aunque dure dos minutos, aunque no despegues los pies de Buenos Aires. Viajá con el corazón… ese es el mejor camino.

Te adoro,
S.

Barcelona es bueno para el corazón…

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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