Necesitaba guardarme. El invierno tiene ese efecto. Abundan las ganas de escurrirse entre las sábanas, o de envolverse en ovillos de lana, acurrucándose en el núcleo.
Necesitaba guardarme porque los cambios, y los proyectos, y el intento de avanzar. Necesitaba guardarme detrás de la sonrisa para atajar la caída.
En estos días en los que disimular se volvió mi pasatiempo; en estos días en los que volví a cruzar a mi vereda de la mano del silencio; en estos días del invierno congelando las miradas… es en estos días en los que entiendo con más claridad.
Podría mentirte y mentirme, y afirmar que ya no es, pero en realidad nunca supe mentir bien, ni mal, ni más o menos; en realidad, la realidad: “el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.
Esto no es una película de Hollywood ni de cine independiente; esto no es una canción de Aristimuño; esto no es una poesía corazón, ni una novela con sonrisas punto aparte. Esto no es. No es amor, no es imperio, no es comida, no es escape, no es razón, no es besos contra la pared ni caricias intemperie. Esto no es.
No existe tiempo, no existe aliento, no existe tengo-ganas-de-abrazarte. Sólo queda el conformismo, la medida, las lecciones de etiqueta vos-&-yo. Y si bien no hay libros, historias, ni series sobre nosotros… hay palabras, mías, tuyas, del viento. Palabras que suelto para que lleguen a vos, palabras que guardo porque tengo el privilegio de ganarlas otra vez; palabras que brotaron a poemas, palabras que eligieron el cuaderno. Palabras. Todas.
Mientras velo por las palabras que cedí, mientras tu ofrenda de devolución, mientras las noches, y los días, y las noches de nuevo… yo, entre líneas, y todas mis palabras, sin retorno, sin excusas ni segundas intenciones.
Las palabras que te di son un regalo. Soltálas, olvidálas o guardálas (acordáte que es invierno). Se acerca julio (le invento un deadline a todas mis palabras para vos). Devengo a temporada de palabras finales, y éstas son las últimas: Ojalá pudieras verte con mis ojos. 
* Primer semestre: Aprobado.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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