Inmersa en el juego.
Esa frase en mi cabeza todo el día. Y es que estar inmersa es una decisión, no una circunstancia. Estar inmersa, ser parte de este juego vos-y-yo es algo que elijo porque ya no quiero conformarme con amores de estación. 
Estar inmersa para mí es naturaleza, porque me cuesta concebir cualquier acción sin sumergirme. Porque doy todo, porque siempre busco más, soy intensiva; siempre recargando los pulmones de frescura para pintarme nuevos versos en los labios, para tatuarme las historias.
Inmersa en el juego de escribir. Inmersa en el juego de digerir los duelos con tendencia ciclotimia. Inmersa en la deriva. Inmersa en la revancha de dedicarme a lo que siento. Vivo inmersa, soy como un té de miel-vainilla; el mundo me estruja las esencias, y cuando siento que di todo, cuando creo que destilé una estela de colores en un mar configurado para bañarse las entrañas, cuando la piel es intemperie… es sólo ahí cuando puedo respirar.
Entonces, hoy te digo: quiero vertirme en vos. Quiero donarte un poco de mis ganas, para estar a pleno, para hacernos parte. Quiero acariciarte las arterias, descongelarte los ventrículos, porque es mejor pasar inviernos agarrados de los besos que hacer ángeles de nieve en el orgullo. No quiero desiertos, quiero campos: abundancia de palparnos hasta el hambre que reflejan las miradas.
Inmersa. Reversa. Indeleble. Perdida. Soy caos, mi vida. Mis días son caos, mi vida. No encuentro un lugar, mi vida. Perdí el universo, me siento un cometa que brilla de a cuotas. Me brillan los ojos, y quiero abrazarte, mi vida. Las flechas señalan, los rumbos se empalman, el deseo que emerge, y el camino es exacto, mi vida. Y nos separan los cordones de veredas desatadas, las mochilas desgastadas que nos cargan las espaldas. Y yo apoyo mi mochila, y me bajo hasta los sueños, y te miro; no hacen falta las palabras, y el silencio está gritando, y el silencio tiene hambre, quiere más. 
Yo estoy del otro lado esperando la infusión, y estuve inmersa en este tema toda la tarde; toda la tarde, té virgen de vos…

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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