Me paso los días desdibujando las lineas que limitan mis terrenos. Soy tierra, huellas, tatuajes andados con los dedos, naturaleza activa. Soy aire, me muevo como el viento, lo abrazo, lo quiero todo para mí, para llenarme los pulmones de grandeza…
Grandeza. Grandeza como sinónimo de crecimiento.  Entonces, también soy plantas, flores, árboles (las ramas y lo escrito está escrito). Ser grande, crecer; ser grande sin padre ni madre. Ya no están los Love me Do de las mañanas ni las tostadas con textura dulce-leche. Ya no. Ser grande y crecer, y ser más grande, y cruzar la frontera (yo siempre cruzando); y dibujar nuevas costumbres: ahora las tostadas media tarde con el dulce de frambuesas, y Sabina 7 am.
Horizontes. Siempre cruzando el horizonte, siempre cruzando las fronteras. Hoy me recibí de cirujana. Hoy la anatomía viaje en subte. Hoy martes, un violín deshilvanando la rutina memorándum, con las notas arraigadas a un recuerdo en base Austria. Hoy martes, y una armónica subida a Línea D transitando en forma acústica la belleza de lo clásico; y también hoy, también martes, una guitarra con los rasgos remendando los andenes que me llevan hasta España; notas flamencas de las más lindas. Ni siquiera necesito silenciarme la mirada para ver el horizonte Barcelona post-Madrid; se levantan mis pestañas y en mis ojos dos piletas de cacao; temporada alta, natación de atardeceres con siluetas de los toros; cono helado en Zaragoza, y senderos de la ostia. Grandeza. Grandeza como sinónimo del vestigio de los viajes.
Fronteras. Las fronteras conformismo. La frontera y las renuncias. La frontera que separa el yo-analítico del yo-sentimiento. La frontera Buenos Aires. La frontera de su estado. La frontera y los esquemas, lo correcto y lo incorrecto. Y hay frontera en las veredas, hay frontera en las verdades; hay fronteras en los sueños que me soplan hasta Europa; y fronteras en mi vuelo parapente… 
Siempre cruzando, y sigo cruzando. Y me siento a la deriva, soy deriva tierra y aire. Y hoy martes, también, Vetusta Morla en mi ciudad con agenda de noviembre. Vetusta Morla presentando un disco que también se llama La Deriva:
“La Deriva, el tercer álbum de Vetusta Morla, es más que ninguno de sus predecesores hijo de sus circunstancias, héroe y víctima de su proceso y su contexto. […]
La Deriva como tránsito intermedio entre un “crack” y un punto de llegada, casi siempre desconocido. La Deriva como espacio donde el cambio y la transformación son posibles, asumiendo al mismo tiempo temores, miedos, nostalgias y esperanza por el tiempo que se aproxima. La Deriva como declive familiar, en una relación, en una comunidad o en un país. La Deriva como descontrol sin nada ni nadie al mando, como cambio de rumbo, como violencia o calma, a merced de la Naturaleza, el azar o ciertos caprichos. La Deriva como experiencia que facilita la empatía, la identificación o los sentimientos compartidos de todos los que se ven inmersos en ella.”

Fronteras. Horizontes. Deriva. Yo. Naturaleza. Sentimiento. Sensación. Por eso, cuando alguien me pregunte cuál es mi profesión: redactora de los sueños uterinos y lectora de milagros de momento. Yo:
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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