¿Cuál es el peso de nuestras confesiones? ¿O el volumen del silencio?
¿En dónde están las balanzas, los relojes y las paredes que limitan el encuentro?
Si te voy a ser sincera, debería decirte que hoy estoy en deuda. Estoy en deuda con lo explícito, que hoy tuvo ganas de agachar la cabeza, porque mejor cuidar las formas.
Si te voy a ser sincera, debería advertirte que en mis nubes, hoy los grises. Que hoy un brillo apenas, hastiado de intentar resplandecer.
… Sinceridad, qué palabra tan intensa; tan intensa que le huimos en intentos de brillar en otros cielos.
Y para serte sincera debería decirte que:
quién yo era se hubiera limitado a medir el desacato, pero ahora soy distinta.
Aprendí que la vida pasa rápido, y que mejor oler la lluvia.
Mejor sentirlo todo; mejor las nubes y el sol al mismo tiempo; mejor la cirugía a corazón abierto.
… Sinceridad, qué palabra tan intensa; tan intensa que guardamos el deseo en el cajón para llevarnos mejor.
Pero para serte sincera, debería conciliarme. Debería sincerarme en el espejo…
Hay que estar bien parado para poder cargar el peso de nuestras confesiones; o medir el volumen de un silencio que sólo tiene medición sentimental.
Hay que estar bien seguros de lo que somos para poder plantar palabras, sembrar anhelos de expuestas las raíces.
Hoy, en la ventanilla móvil, el viento soplaba. El viento soplaba y quería llevarse las ramas de paseo. Y los árboles: estoicos, firmes, indoblegables.  Los árboles confiados, con oraciones puestas en remojo para lavarse las culpas, los arrepentimientos. Y ahora que lo pienso yo soy como los árboles; las palabras son mis hojas. Y acá estoy, también estoica, también firme, también indoblegable; sin aflicciones, liviana; diciéndole al viento: “éstas son mis palabras, y se quedan conmigo. Son indelebles; lo dicho está dicho, lo hecho está hecho. Podrás tintinearme las ramas, podrás atinar a soplarme el intento, pero éstas son mis palabras, y se quedan conmigo; lo escrito está escrito.”
Entonces, para serte sincera debería decirte que ya escribí todo; que no me arrepiento; que el viento pasó por mi casa y que no me voló las palabras; que las dejé tatuadas en este mayo de otoño porque lo prefiero así… o no, es más que eso, lo ELIJO así.
Y para serte sincera me siento liviana… Y espero que vos (alguna vez) sientas lo mismo.

Yo en 2′ 49”:

Vos en 3′ 23”:

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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