Todavía el sabor de los zapallitos marinados en la lengua, y el aroma a vino blanco rebotando en las paredes de mi casa. Miro la cocina, blanco puro, pasillo blanco puro, muebles blanco puro, puerta de luz de halo blanco puro. Miro el living de mi casa, blanco puro con contrastes de intención inteligente: el sillón chocolate amargo que me abraza las curvas todas las noches con sabor a canela, el fuego de mi hogar quemándome los fríos, la mancha de humedad imposible de arreglar; las sillas blancas, la mesa blanca, el mueble blanco con contraste de discos: Bebe, Sabina, Dorian, Russian Red y Vetusta Morla; y también Hyperknox, Sonreí, Valentín y los Volcanes y Springlizard.
Todavía tengo el sabor de mi café de las mañanas, y la leche remándole los surcos. Todavía mi patio y las plantas que intentan afrontar un invierno futuro. Todavía las teclas acariciándome los labios, transmutando de palabras susurro a palabras manubrio de los viajes bicicleta que nunca pude realizar. Miro las paredes, fotos, fotos viejas, fotos de familia; mis abuelos, los abrazos; fotos de viajes, París, Firenze y Venecia.
Todavía tengo la voz de mi mamá por las mañanas, y la dulzura empacándome los miedos. Todavía mi hermana despertando los domingos, y su herencia de cuerdas vocales arrinconándome la pérdida. Todavía la silla de mi papá, desde la que escribo ahora; todavía su pantalla, en la que releo lo que escribo, y escribo lo que pienso. Todavía mis palabras figuritas, y jugar a pegarlas en mi álbum monitor. Todavía en mi cabeza saltan ideas, juegan a la cuerda, y quizás a la rayuela.

Y París de nuevo. París (suspiro). París: tus calles, tu lluvia, tu río. Tu nostalgia que es espejo de mi aura. Tus luces de neón que son reflejo de deseo. Y París – Barcelona, Barcelona – París. El versus y la eterna contradicción. La importancia de llamarse Sol, o Céline, o Eva. Y ¿qué es importante?, ¿por qué es importante?

Todavía las ideas saltando la cuerda, como todos los días; y la escritura. La escritura es el conejo, y cuando escribo creo mundos maravilla; entonces la importancia de llamarse Alicia. Y abro puertas infinitas con destino incierto. Comienzo a escribir pensando en una meta, pero intervienen mis ideas a llevarme de la mano por senderos de migajas corazón XL. 
Y claro; todavía el tatuaje carmesí de corazón de Montmartre, todos los días de mi vida, hasta formar parte del polvo. Todavía los Beatles Love me do. Todavía los mates humeantes y las clases de música en mi casa de madera. Todavía los cambios: madera – incendio – agua – los blancos. 
Y los cambios siempre, charlándose el asfalto, pisando la rutina… Los cambios como la única constante en mi vida. Ellos también saltan la cuerda.

“Ya que hace falta
de todo para construir un mundo:
lo grande y lo pequeño,
lo largo y lo corto.
Ya que hace falta
beberlo todo y terminarlo todo
para no morir
lleno de deseos…
Disfruta
disfruta
disfruta
disfruta.
Ya que hace falta
de todo para construir un mundo,
vamos a bailar sobre las tumbas
con cuervos y con palomas.
Disfruta.”

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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