“Y ¿qué es lo que te lleva a hacer eso, el amor? Es hermoso amar y ser libre al mismo tiempo.
No sé lo que espero de ti, pero es algo parecido a un milagro.”
Carta de Henry Miller a Anaïs Nin
Me animo a destaparme. Como cuando uno anda con ganas de abrazarse a la brisa de verano. Me dejo cortejar por las estrofas de otros versos, por las vocales de otras cartas. 
Veo un equilibrio que me vibra hasta los poros. Voy emanando dulzura y textura en partes iguales. Las emano hasta encenderme. 
Veo un equilibrio que ilumina mi consciencia. El sexo y el amor se conocen de otra vida. Les gusta darle forma de Sahara a los colchones. ¿Para qué 800 hilos trasladados desde Egipcio, si nos bastan las falanges para nacernos las galaxias?
Me animo yo. Escribo sin tapujos. Leo y escribo sin tapujos. Y sigo leyendo, y veo un equilibrio (sí, otro). El amor y el sexo le abren paso al deseo, y ahora son triángulo escaleno. 
De verdad estaba cómoda en mi estación de corazones que no sienten, pero fingir comodidad ya me incomoda.

Y pensar que con tantos pre-conceptos armaba estanterías: por un lado el amor, por el otro el deseo, y en el estante inferior, muere en rincones el sexo. Pero me gusta el desorden, las temporadas de ciclón. 

[Sismo]
Y qué mejor adjetivo que un sinónimo. Llegas a mi tierra sin aviso ni permiso, Sismo. De qué me sirve el puntillismo, si no puedo ni medirte las mejillas. Cómo hacer para tentarte las ideas, Sismo, para sentirte en el coraje.
Veo un des-equilibrio: la mujer y la niña caminando el mismo suelo. Voy emanando amor y locura en partes iguales. Los irradio hasta quemarme. Y juego a buscarte, y devuelves el juego. Y tu mirada, Sismo, tu mirada me hace saber que estoy en problemas (graves, magníficos, de esos que escriben historias épicas, o cuentos breves, o que más da). Y hasta el pulso se acelera. Y me derrito, y se escurre mi Pompeya. Arrasa.
Mi tierra es caos, sismo. Fluyen las grietas. Pero te invito a explorarme en la tierra quemada de mi risa de niña. Somos contraste, sismo, somos reversos. Quiero rimarte, arrimarte el estribillo. Correr mis manos por tu pelo, barrer el miedo de un hondazo. Soplarte el alma de un suspiro de 9 puntos magnitud. 
…Arrastrarte conmigo en esta oscuridad. Dibujarte con besos. Recostarme en tu placa y perpetuarte en mi cuerpo. Corroerte hasta el núcleo, Sismo… Compactarte los pulsos en tiempo acotado. 
17-03-14
Te pienso nitroglicerínico.
Incinerante.

Tengo las texturas embebidas 
de tus huellas dactilares.
Quiero que tejas nidos en mi pelo, 
que me declares rudimentaria en el blanco de tu cama.
Por vos, mi espejo retrovisor se empaña.


22-03-14
Todo da vueltas, y todo gira.
Traslación. 
Sos el sol y yo un planeta
con elipse de fuego.

Voy girando en dirección opuesta:
abrazos en (des)sincronización.
Cuelgo acentos espejados en tus vértices
para cuartarte la orientación.

Sos un fantasma de cielo raso,
una sonrisa de habitación, el tacto en mi lino.
No quiero curarme de tu cura de sueño,
no quiero despertar.

Camino en puntas de yema por tu sala de estar, 
como una plaga fantasma.
En tu cuello cuelgo los guantes que no tengo,
los cuelgo como las tildes,
para cuajarte la sensación.

Y así, repito el vocablo de una canción ahogada.
Y me pierdo a mí misma,
me pierdo en tu insomnio,
en tu insomnio, me siento a esperar(me).

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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