“El camino está por recorrerse, todo paso es distinto, único y esencial. Es la exploración a través de nuestros sentidos intentando desmenuzar el entorno para interiorizarlo.”
– Jorge González Moore

Viajar: Trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante. 
Con esta definición en mente es que comienzo el post, justamente porque, desde que regresé de mi viaje por Europa, reconocí en mí una sed de arquitectura que no había detectado hasta entonces y que (para mi sorpresa) no estaría sujeta particularmente a escenarios internacionales.
Este año, gracias a una serie de sucesos personales para nada planificados y fundamentalmente trascendentales en mi vida, descubrí mucho acerca de mi capacidad de observación. Mi percepción se agudizó y mis sentidos ya no se sientan en las butacas de atrás, no, ahora más bien están en primera fila, ansiosos por ver el estreno en pantalla gigante, con pochoclos y gaseosa, completo. Creo que esa es la analogía perfecta para describir la primera vez que caminé por Colegiales. 
A pesar de ser de Capital, Colegiales es uno de los barrios que nunca recorrí, pero que me alegra haber “desenvuelto” en esta etapa de mi vida, en la cuál me siento más consciente de mi entorno y puedo apreciar su belleza en formato comparativo, aplicando la regla de medición con una extensión extra-continental.
En Colegiales se respira barrio y verde, se escucha el viento. En Colegiales los adoquines se muestran estoicos ante la textura de las copas de los árboles, y los detalles de las ventanas nos chistan para contarnos al oído que son obra de algún ilustrador de cemento y cal con instinto francófilo.
Pero lo que más me sedujo de este pequeño mundo fue su perfil literario (el perfil que más lo favorece): las frases caminan en puntas de pie hasta colgarse de alguna pared de ladrillo o acostarse en el banco de alguna plaza, y es ahí, en las frases breves y concretas, en donde uno puede apreciar su verdadera magia y encanto.






 
PH: Sol Iametti
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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