9 de junio de 2023. El depto, mediodía.

Con la sensibilidad suficiente para saber cuándo tocar, y con el tacto suficiente para saber cuándo encender el fuego, la mañana se abrió eterna para nosotros. Existió el tiempo pero en otra forma, otro lenguaje inventado por los cuerpos.

Dinamitamos la rutina: índice y pulgar alternándose. La humedad total. Mi sabor en tu cara, en tus manos, y ahora en mi memoria. No sé qué empezamos a nombrar, pero es algo nuevo. La única respuesta es caer en lo desconocido y perderse en el paisaje azul oscuro casi negro que emerge cuando estamos juntos.

Vos adentro mío, creciendo y desplegando la pequeña muerte. Soy una orquídea abierta para tu satisfacción.

Nunca me había probado a mí misma, y es extraña pero hermosa la manera en la que me adentro en la experiencia de sentir mi propio secreto en la lengua. Voy a ciegas, tanteando lo que deseo y, a la vez, lo que quiero descubrir de mí misma.

No hay nombre para esta canción. No hay rótulos. Simplemente una posibilidad nueva cada día. Utilizar la imaginación como aliada para escribir el sexo y la noche, la música ligera en esta ciudad de la furia.

Todo lo que quisiera es ir más lejos, pero sin dilucidar adónde vamos. Prefiero el misterio de tus ojos, la expresión que nace cuando el futuro queda expuesto en palabras al oído. Este balcón al vacío que nos hace transitar los bordes, el contorno de lo que está permitido. Si nos vieran no importaría.

Todo acaba, todo termina en la rendición, que a la vez es un comienzo.

 

10 de junio de 2023. Almagro, calles de Buenos Aires nocturnal.

cantarle a la fiesta en las ventanas
a los labios tocados por la noche
al movimiento de los transeúntes y los autos
al cuaderno que llevo conmigo y me lleva
a las canciones de ayer que vuelven a hoy
a las manos reacomodando el calor
cantarle a lo que fue y a lo que está por venir
a los árboles soltando color en las veredas
a las casualidades
a La Estrella y la Reina de Fuego
al amor encendido de las plantas
a los rituales que salvan
cantarle al viento en la cara
a las miradas que buscan contacto
al mar y la metáfora
a las palabras que nunca dijimos y las fotografías mentales que aún permanecen
cantarle a lo ilimitado de la vida y la muerte
cantarle, también, al poema que todavía no es
Porque sí, mi amor: ha sido y siempre será
un buen invierno

 

Imagen: flickr.com/photos/internetarchivebookimages

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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