Día 3.
Leo Bluets de Maggie Nelson. Me detengo en la palabra lover. Pienso en cómo lo social castiga con su huella a la palabra. Amante es una herida abierta.
Me pierdo en el idioma anexo. Siento que me fue dado antes de nacer. Me deslizo entre la fonética de las palabras con dulce placer pausado y repentina ambición: the deepest blue, the bluest blue, literally leaked blue, it began slowly…
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Comenzó lentamente. Llenó mis cavidades. Llenó mi boca de criaturas del aire. Punzante, decidió ser algo más que un calor claro. Quiso venir sobre mí. No pude negarme.
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Ayer le dije a Jota: “Es una transformación tan grande, ni siquiera mis viejos la hicieron”. Lo digo sin saber si me refiero específicamente a La Casa, o a la vida.
Le envío una foto de la pared imperfecta del living a Lee. Él dice que a primera vista parece un planisferio. Respondo: “De hecho sí, lo parece”. “Vemos lo que somos”, pienso.
La Casa crece. Desnuda su blanco y expone los espacios que van hasta el hueso. De alguna manera, también estoy creciendo —sigo creciendo— yo.