Jueves de enero. 2018.
La tarea de escribir recorre la primera edición de la que fui para llegar a mí-misma, ahora. Lo último me clama, me convoca. Voy adivinando la esperanza en este libro del amor vivo.
[Voz de mujer]
Decir mi amor supone lo mismo que decir my love. Y sin embargo para mí no significan lo mismo.
Atravieso la herida como se atraviesa un cuarto oscuro. Busco el gesto diáfano. La claraboya dentro de la habitación dentro de esta casa humana. ¿Acaso no ves que la palabra me parte? Me comparte.
[Ceremonia profunda. Ruido de grillos]
Vuelvo a caer cual devota en el umbral de la escritura:
Gracias color. Gracias búsqueda. Gracias tristeza. Tristeza de transeúntes. Tristeza de las plazas. Tristeza del café sin el calor de las manos. Pero, al fin, tristeza dulce, my love —y con ello pronuncio la totalidad de los mares. Tristeza florida y azul en la que la prolijidad es una mancha implorante, en la que el sexo es un canto de pájaros.
[Silencio]
I wish I could give you anything more than this silence unkept*.
Ahora sí, véndame los ojos y cuéntame un poema que quiero verte, verte, verte;
sentirte aquí,
conmigo.
*Traducción: Desearía poder darte algo más que este silencio quebrado.
Fragmento del diario publicado en la plataforma literaria de Liberoamérica

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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