24 de diciembre de 2017.
No sé lo que viene pero dejaré que llegue, sin expectativas, sin espera. Azularé las ciudades que conozco y las que aún no he conocido.
Y viviré
Y viviré
Y cantaré el pequeño poema para tener-me más cerca.

25 de diciembre de 2017.
En el escenario del mundo la trama se condensa. Pero entonces, la ternura humana. Pero entonces, un nombre susurrarado junto a otro. Entonces, en la helada profundidad, la gloriosa esperanza que se abre como todas las flores.
Cerrar el capítulo de la incertidumbre, de la duda, de la sombra… Y empezar a escribir uno nuevo.

27 de diciembre de 2017.
Resonancia: El mundo del otro abriéndose ante mí.
Orgánica y vital me muevo entre las flores, atravesando las distancias con osadía y determinación… En una experimentación del nosotros que hay en mí
En una exploración de mis dudas y verdades.
Atravesando el reino
Del Dios Miedo
En consonancia
Con el pequeño poema… Impregnando de significado
Cada paso.
Imprimiéndole certeza
A la sombra
Que asoma por encima de
Cada posibilidad.
Escribo. Doy testimonio de la reverencia que se aloja en mi cuerpo hacia lo que gravita, lo escandalosamente vivo aquí, en el aire, en el espacio que se enciende entre nosotros. Esta distancia que atravieso de forma orgánica y vital. Esta música dócil, omnipresente, en la que danzo con sigilosas palabras claras. Y cuando danzo digo “querencia” y “deseo” y “erotismo” y “color”.
La querencia escandalosamente viva dibuja el deseo como un trazo firme que luego desvanece, mapeando el erotismo de este color humano que somos cuando alcanzamos la falsa muerte… cuando resueno contigo,
cuando resuenas conmigo,
y juntos escribimos
la canción de la ternura.

28 de diciembre de 2017.
Ser el movimiento.

Diciembre y volver al alma de las piedras. Todo parece repetirse.
Converso con mi versión imaginada de hace 2 años y le pregunto:
Rumor, ¿cuál era tu búsqueda? ¿En qué dirección señalaba el sol en ese entonces? ¿Qué era lo que transformaba tus escamas en bastiones de carne y hueso, sirena de agua bendecida por la muerte? ¿En qué dirección señalaba tu corazón salvaje después del invierno y antes de la mujer de la voz? Ahí, entre Agua Viva y el Aprendizaje de los placeres. En el paréntesis de tú y yo y mí-misma; en esa orilla sinuosa e inasible del misterio humano; dentro del bosque azul que creció entre tus vértebras.
Nada parece igual pero todo es lo mismo. Algo persiste y aún no puedo señalarlo con la misma claridad que el sol, pero aquí estoy, próxima a la terminal, de nuevo. A punto de volver a la boca del país, sola y sostenida, con mi música. Sostenida por esta música de las mareas que me mueve y me hace renacer una y otra vez; indefinida y finísima, gloriosamente, del otoño al invierno, de primavera a verano, y así.
2015, dímelo todo o miénteme de verdad con la veracidad de un animal que muerde, con la rabiosa mordacidad de lo real: encontrarme de nuevo en el mismo sitio, pero no en el mismo lugar. No.
Todo parece igual pero esta vez… todo es distinto.
2017: llévame al próximo puerto. No me desees suerte. Deséame vida.

29 de diciembre de 2017.
“Que el amor te lleve allí.”

Que el amor te lleve allí. Donde seas el pájaro, el viento, el día y la noche. Donde tengas certeza de que somos una obra de arte en constante construcción. Donde siempre estés naciendo.
Que el amor te lleve allí, donde queda un naipe aún por revelar. Donde el deslumbramiento cubre los rostros y las manos, y nunca terminamos de dejarnos sorprender. Allí, donde la vida es una sucesión de despedidas y reencuentros, de puntos finales sin retorno y capítulos frescos como la lluvia de abril.
Que el amor te lleve al lugar físico o sutil en el que sos vos. Que seas vos, tempestuosamente vos. Que la vida te mueva el piso en todas las direcciones y esté bien. Que luego el mundo se quede quieto y sumido en un silencio profundo, y eso también esté bien.
Que el amor te lleve ahí, adonde pienses y sientas, sin que la mente anule al corazón o viceversa. Que te lleve a la región gloriosa en la que por un instante todo parece más claro y desnudo. Donde persistas y existas corriendo entre las voces ajenas con asertividad.
Que el amor te lleve. Que los cuerpos se corran, y ames, y quieras, y te dejes querer. Que sea espíritu en lugar de religión. Que sea fe en lugar de miedo. Que saltes. Que seas presencia y total. Que aparezcas en todas las pausas como la brisa que contiene la fuerza del huracán, y no se olvida.
Que el amor te lleve a la ciudad del furor y la gracia en donde se construyen cosas bellas y simples, donde se consuma y se suma. Que te lleve al intervalo que va del sueño a la realidad.
Que el amor te lleve y encuentres al pequeño dios en todos los destinos. Que existas y seas sustancia y lenguaje y todas las frases inolvidables de todos los autores que alguna vez pisaron la tierra.
Que seas, amor.
Que el amor te lleve.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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