Un día de septiembre de 2009, dejé olvidado el corazón.
Un día de septiembre, una chica de 23 años quedó llorando en la cama como si no hubiera mañana.
Un día, una muralla creció entre su pecho y el mundo, una muralla de hielo y temor.
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Estos han sido días raros; días de viajar a la raíz, a la zona de promesas, y mirarme las heridas; días de sentarme a escuchar el ritmo interno, de contemplar el movimiento de la perra vagabunda, de preguntar-me qué busca el corazón.
Este estremecimiento, esta precipitación que ha tenido lugar en los últimos días, me ha guiado al cuarto oscuro de la casa, donde habita la oración por la niña perdida que quiso ser mujer, que quiso ser amante antes de tiempo; la niña enamorada del amor que abrió los brazos queriendo recibir demasiado mundo, demasiada búsqueda, más de lo que podía recibir. Esta semi-niña con ansias de fruta madura descubrió, una noche de septiembre, que todo es pasajero, que las historias también se hacen a lágrimas; que la toxicidad nace de adentro, sujetándo-se a medias y viejas verdades.
En estos días raros, de pasión y censura, de creerme plena y darme cuenta de que no estaba en lo correcto, entendí que no abrir el cuarto oscuro y dejar entrar la luz, es decir, no abrir-me a la penumbra, no es más que una forma de obviar que el cuarto existe.
Entonces, en una noche rara de un julio cualquiera, me detuve a duelar:
El no poder reconocerme
El no mirarme en el espejo
El no abrazar a la que era
El no aceptar-me vulnerable.
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Que sí, que un día de septiembre nos rompieron el corazón, bonita, pero vamos, no tengas miedo, que todo lo vivido, que toda la tierra quemada y el agua pasada valieron la pena.
Que volverás a llorar y quizás volvamos a sentir que la confianza se derrumba como un castillo de naipes, pero bonita, poco-a-poco todo pasa… Esto también ha de pasar.
Soltar a L. es soltar una rancia expectativa del amor,
Soltar el credo de vincular el amor con el dolor.
Abrir-me al cuarto oscuro
Es perdonar-me.
En una noche rara, de julio y luna nueva, a casi 7 años de olvidar mi corazón, aprendí que perdonar es aprehender-me, tenerme… Saberme con vida.
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Ayer, el 2009 y el 2016 se hicieron uno; me di un abrazo y me dejé precipitar. Una nota de mi diario volvió como un mensaje del pasado, una boca de fuego que hizo de la experiencia, aprendizaje. Entendí que más que derribar una muralla, todo comienza por animarse a abrir la puerta, por confiar en el misterio de la vida y del amor. Hago lo que puedo, con lo que tengo y lo que sé: Me estoy haciendo mujer. 
La vida es ruidosa y complicada“. Pero mientras me detenga a escuchar mi ritmo interno y me haga cargo de la luz de ser benevolente conmigo, no volveré a sentirme sola.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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