Elliott,
Hoy llegó tu imagen como un viento huracanado, de esos que sacuden hasta la raíz; vino conteniendo la furia de la vida en un acorde.
No llevo la cuenta de cuánto tiempo la ausencia de tu cuerpo y las manos en el pecho expresando conmoción sobre el filo, el filo de un arma blanca o una hoja de papel, que a veces son lo mismo.
Heaven adores you” —dice el título de un documental sobre tu vida. Hoy, de todos los días, he decidido escribirle a tu muerte. Es que se me ha hecho una costumbre escribirle a quienes están en otro plano. Podrán creerme loca, pero en realidad veo a la muerte solo como una transición.
Elliott, quiero agradecerte. Quiero darte las gracias porque en tus letras he encontrado una forma de sanar, porque tus demonios muchas veces han salido a encontrarse con los míos, y se han puesto a danzar sobre las tumbas de la monotonía y el témpano de hielo de aquellos que no sienten o no quieren dejarse sentir.
Te digo: El corazón del poeta, en ocasiones, puede ser la voz del inframundo. Y ahora entiendo que esto está bien. La única forma de vencer a la muerte es la creación. Para mí ya eres eterno.
El cielo te adora y yo te agradezco, y me repito, pero quiero agradecerte una vez más por haberme acompañado en la sucesión de los bosques, en el lenguaje del cemento y el crudo invierno de este rincón del mundo, que al parecer difiere tanto del tuyo pero comparte una misma dolencia: la nostalgia, la sensibilidad, la membrana permeable; esto es lo que somos, Elliott. El poeta es el estómago del mundo.
Esta tarde me senté a contemplar tu intimidad mientras el sol decidió emprender la retirada. El sol tampoco muere, se deja suceder por el cielo, así como nosotros por la música; nos dejamos transitar por la música. Perecemos una y otra vez como dos pares de labios que se abren para pronunciar el amor, aunque duela y aunque, de tanto en tanto, pueda ser sinónimo de lluvia.
El cielo es y sigue siendo en todos sus estados. El poeta es; es lo que el océano es al cielo.

Imagen: Letra de “Son of Sam” x Autumn de Wilde
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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