27 de julio de 2015. 8:51 am.
Necesito días enteros de silencio.
En este momento soy una con la ruta que me ha visto perecer en un antes y un después.
He soltado los mapas de manera literal, y sin detenerme a pedir-me permiso.
Ya ves, me fui con las dos mujeres que me habitan y regreso con ellas. Nada ha cambiado, y sin embargo, siento todo tan distinto.
En esta contradicción en la que vivo, entiendo que nunca podré curarme de mi devoción a la soledad.
Me repito: “el corazón de la perra vagabunda”.
¿Se puede ser libre si uno está en compañía? ¿Es soledad sinónimo de libertad?
Se han levantado las incógnitas con el sol de la mañana.
He partido de Salta y de Córdoba, y en este instante en el que escribo abandono Santa Fé.
Te digo: ser viento no es fácil.
Entonces,
Las sierras
La loma
El precipicio
Necesito levantarme y levitar.
He construido un hogar en cada sitio visitado, un hogar que contiene el hogar que llevo dentro.
El útero.
La casa.
He vuelto al capullo, y te escribo como en los días anteriores, con una sonrisa por todo lo vivido.
También he dejado una palabra secreta en un escritorio de madera:
Amparo.
Al escribirte he revelado el secreto.
He fallado. No he podido regalarle una palabra a La Cumbre.
Ni tampoco a Rosario.
Pero sí he dejado un secreto bastardo sobre el escritorio que me ha visto amanecer; y así mientras Elliott Smith vuelve a aparecer en mis audífonos, entiendo que la necesidad de partir es mi versión de miseria.
El corazón de la perra vagabunda me habla de nuevo.
Imagen vía escritoras.com
Hermoso… pero *pausa publicitaria* me veo imposibilitada de comentar más allá de eso antes de sacarme una pregunta en la cabeza: ¿estuviste por Rosario y no me enteré? Shoro (así con "sh", que es más dramático)… *fin de la pauta publicitaria* La necesidad de siempre partir sí que se siente como una versión de la miseria, ¿cierto? También se siente así la constante búsqueda de algo que no se puede definir bien, porque si no sé qué estoy buscando, ¿cómo saber cuando lo encontré? Todos tenemos nuestras perras vagabundas… La cuestión, señorita, es qué hacer con ellas para que no nos compliquen la existencia. Que ya bien complicado es el mundo por sí mismito.
ayyy sos tan genia! Sí, estuve una noche, camino a Córdoba. No había visto que eras de Rosario hasta ayer. Prometo que la próxima nos encontramos, seguramente voy a volver porque me encantó 🙂
Y con respecto al resto, coincido totalmente!