La cueva,
el capullo,
el hogar que brota dentro.
Cargaré mi hogar,
lo llevaré en mis espaldas.
Juntaré todos los miedos,
la censura,
y mis cartas a los muertos.
Sembraré un poema
por cada tramo de la ruta.
Me volveré kilómetro.
Será como decirte:
¿Cuánta distancia hay 
de los hechos a la fantasía?
o,
¿Cuántas caricias transigentes 
desde la adolescencia hasta los 28 años?
Tu mano entre mis piernas,
o tu mano en mi cintura,
o tus dedos en mis labios.
Esto también es…
la cueva,
el capullo,
el hogar.
Voy a dejar que el agua corra,
y por cada vez que me toques
devendrá un temporal.
Voy a dejar que el año me atraviese,
voy a dejarme caer
para llover:
sobre todas las ciudades,
sobre todas las parcelas,
sobre el eterno resplandor
de una mente sin recuerdos.
Mi mano en las cenizas,
o mi mano en un cuerpo sin vida,
o mis dedos en mis labios.
Esto también es…
la cueva,
el capullo,
el hogar…
“You can run, but you can’t hide.”
Será como decirte:
La cavidad que me hace mujer,
o,
el lugar donde la bestia que impulsa el movimiento.
Aceptar mi naturaleza:
La cueva se ha convertido en mi propia bendición.

Imagen vía lomography.es

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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