“Si escribo, puedo sacudirlo todo; mi pena desaparece, mi coraje renace.”
Anna Frank.


“Lluviosa”. Hace poco me apodaron lluviosa a pesar de mi nombre. Lo repito en voz alta: “Lluviosa“. Me gusta. Me gusta como suena. Me gusta lo que implica. Me gusta su abanico de formatos: lluviosa, tormenta, diluvio.
Hace meses acepté una rutina que me sana las heridas: largas tardes de escritura, de indagarme las entrañas. Hace meses colgué un mensaje en mis pupilas chocolate: “Cerrado por derribo“. Era necesario. Era necesario perderme en una bruma de camomilla con extracto melancolía. Era necesario para curarme. Lo sigue siendo.
A través de este ritual logré entender que, finalmente, estoy en paz absoluta conmigo misma; y esa sensación… esa sensación es una sensación cielo, una sensación lluvia que me empapa los tendones descargando en el teclado lo no-dicho, los susurros para adentro, las palabras en espera.
Elijo ser lluviosa. Lo elijo en la música, en la poesía, en las imágenes que sabotean la capacidad de mi ordenador. Lo elijo en un violín cuchilla, en una balada de corazones rotos. Elijo ser lluviosa por la intensidad que implica porque, finalmente, me siento plena, me dejo ser.
“Quién soy – qué quiero hacer – cómo llegar a ser”. Voy construyendo una casa de naipes sin saber de cuántos pisos. Pero no me importa, la construyo igual, porque la vida, porque la muerte, porque el sexo y el amor… y el desamor; y la caída por la madriguera, y mi mundo de maravillas en donde creo universos infinitos a través de poesía introspectiva y erótica. Porque los vivos, y los muertos, y los cambios, y las renuncias, y los comienzos (nuevos, con las mejillas abarrotadas de ansiedad).
[Revuelvo mi cuaderno]Ya escribí sobre esto. Ya escribí sobre mis temporadas temporal… vibrantes. Ya escribí sobre la alerta de mis sentidos y la amplitud de mi galaxia. Ya escribí.
Escribí, escribo, escribiré (sobre todo ésta última). Sí, tiene razón… Lluviosa, no puedo ser de otra manera.

Extractos de cuaderno – 2 de febrero
Quiero ser como el agua de lluvia,
no temerle a la caída libre.

Quiero volar sin alas, 
suspenderme en el aire, 
impactar en el asfalto para convertirme en espejo de los árboles.

Quiero mimetizarme con el gris del cemento 
y generar ondas sonoras de silencio, 
oleajes circulares de un microsegundo de vida.

Quiero disolverme, quiero ser breve pero ser miles.
Quiero ser recurrente, pero distinta 
cada vez que vuelva a aparecer… Renacer…
Hasta la próxima vez.

Extractos de cuaderno – 27 de marzo
Hoy.
Mi cabeza está peor que la tormenta
de tanto pensar en dejar de pensar.

Soy una tempestad
escrita por otro Shakespeare.

Mis venas son husos horarios,
y mi pulso, un cometa oceánico
de aspiración mediterránea.

Quiero volar desnuda
aleteando en tu desvelo.

Ser metamórfica,
arañar tu núcleo.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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