“Ámame menos, pero ámame más tiempo.”
Esta es la frase que marca el final de una película que deja huellas, de esas que, aún una vez terminada, no sabemos bien qué naturaleza tienen. Y es que Les Chansons D’Amour (Canciones de Amor) se anima a abordar el mundo moderno de las relaciones amorosas desde todos los ángulos posibles.
Su director, Christophe Honoré, es lo suficientemente hábil como para seleccionar el reparto perfecto, y sumarle música, drama, frases —de esas que no se olvidan—, y locaciones elocuentes, que con tan sólo existir dicen más que mil palabras. 
Con un argumento que ondula entre una batería que camina con paso firme, y escenas teñidas de gris y azul profundo, los protagonistas van moldeándose sobre la marcha, adaptando el grosor de su piel a los acontecimientos que los rodean y enterrando lo que piensan o aflorando lo que sienten (quizás ambos)… Todo a través de canciones.
Para mí, Canciones de Amor, abarca una etapa de mi vida, post-viaje a París, llena de deseos de querer volver, y de querer seguir viajando. Di con el soundtrack el año pasado, de casualidad, sin aún haber visto la película. Desde entonces, sus temas actúan como una especie de ancla aerostático: me elevaban y me devuelven al lugar en el que tanto quiero estar: Europa  —pero siempre con un pie en Buenos Aires—. 
La historia de nosotras.
Las canciones y yo nos encontramos un día en You Tube. Me hicieron un guiño y me contaron que a ellas también les caía bien París, así que nuestra química fue instantánea.  Me dijeron que si quería podía acompañarlas en sus sucesivos viajes de ida, eso sí, sin exceso de equipaje.
Así fue como nos convertimos en mejores amigas, y así fue también como buscaron una forma nueva de llegar a mí, sólo que esta vez en formato compacto. Amontonadas adentro del último DVD de su especie, en la última hilera del género de Comedias, a precio de liquidación, y a sólo 1 día después de haberla visto en el cine, decidieron quedarse conmigo para que las llamara cada vez que sintiera ganas de recordar París justo como me gusta recordarlo: con un toque nostálgico, algo bohemio, plenamente inspirador, y siempre con música bajo el brazo. 
“Los besos que perdí, por no saber decir: te necesito.”


“El amor después del amor.”

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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