“El mundo es un rompecabezas cuyas piezas cada uno de nosotros arma de diferente manera.”
—David Viscott
Miércoles, 6.45 p.m. *
Me senté a esperar que empezara la función. Mi programa era digital, y una red social anunciaba que en 15 minutos empezaba una película francesa.
Escucho unos gritos por lo bajo… Mi agenda y mi lapicera querían salir a jugar a la rayuela de palabras conmigo (No les iba a decir que no).
Era una de esas tardes en las que todo fluye. Desde el sol hasta la frecuencia de los buses.  La elocuencia tocaba mi hombro, insistente, inquieta. 
Tan pronto como empecé a escribir, mis ojos se encontraron con los suyos. Se había animado a renunciar a su lectura de banco para encontrarse conmigo.
Mi reacción: seguir escribiendo, y asomar la mirada de vez en cuando para eludir la obviedad.
Mientras tanto, él parecía decido a congelar mi imagen (¿era tan extraño ver a una chica escribiendo al lado del Teatro Colón?).
7.00 p.m. – Empieza la película. Abandono parcialmente mi hábito espontáneo de escribir. Entonces, cuando mis ojos se reagrupan y vuelven a buscarlo, ya no está…
Casi lo olvido… Soy buena para los encuentros fortuitos, pero mejor para los encuentros breves.

* Notas de cuaderno


Debí haberme percatado, con esta pequeña antesala estaba claro que el amor estaba en el aire. Mi plan de miércoles por la tarde había sido improvisado. No tuve que pensarlo mucho: ¿Cine francés? ¿Al aire libre? ¿En pantalla Led?… ¡Sí, quiero!
La frase “el cielo es el límite” parecía exquisitamente propicia. Ésta era una sala atípica, de acústica distinta, en el que las bocinas mostraban respeto bajando su tono de voz, y el gris del asfalto se prolongaba con tendencia infinita, terso, recordándome que no estaba en un sueño sino en una realidad de ensueño.
El Teatro Colón & yo habíamos quedado en encontrarnos en la Plaza Estado del Vaticano. Yo llevaba un vestido floral, un cuaderno y una lapicera; él, un traje gastado color nostalgia europea y un halo de magia y misterio.
Estaba en Buenos Aires, pero una versión de Buenos Aires con reminiscencias de París. La arquitectura, el atardecer y los diálogos del film habían decidido complotarse para hacerme creer que, en el algún punto, el subte se había desviado hacia el este (quizás demasiado), tanto que había cruzado al otro continente.
Así, con un sol perezoso que dejaba vestigios anaranjados en los perfiles de Viamonte, me centré en el acento de los protagonistas y me sumergí en esa realidad paralela, tanto que el miércoles quedó huérfano de nombre y pasó a figurar en mi agenda como el día que Buenos Aires tuvo ganas de ser París.

La película.
El film que enmarcó nuestro encuentro fue Comme les Autres (“Como los demás”), que retrata a través de un triángulo amoroso, y con pinceladas de comedia, la belleza inherente en las diferencias de todas las relaciones. Sólo una vez que estamos dispuestos a aceptar que nuestras historias son directamente proporcionales a nuestras diferencias (si todos fuéramos iguales, la vida sería tanto más aburrida…), tendremos la capacidad de entender que, en definitiva, “lo esencial es el amor”. 

Trailer de Comme les Autres:


Soundtrack de la película:

La tarde llega seguro y, a veces, llega perfecta:

PH: theindietrendy.com

*

+ info sobre el ciclo de cine al aire libre de la Alianza Francesa:
Evento en facebook
Website de la Alianza Francesa

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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