“Y aunque no éramos nada, fuimos poesía de vez en cuando.” 
– Fer Dichter

“Encontrar mi camino sin que me lleve hasta tu puerta.” Elijo empezar el post pensando en esta frase y todo lo que significa, porque para mí “puerta” es significativo tanto en el sentido metafórico como en el literal.
Me costó mucho sentarme a escribir sobre esta película, como me suele suceder con todo lo que me gusta y me conmueve. 
Creo que nuestra memoria sentimental puede activarse de formas múltiples: con una canción, con la frase de un libro, con una foto… Para mí, en esta ocasión, fue con una película, esta película, que vuelve a abrir mi libro en un capítulo que pensé que había terminado, pero en realidad dejé a mitad de leer.
Sólo una noche es la historia de 4 protagonistas combinada con algo tan antiguo como el amor: la infidelidad y la confianza, que si bien son el epicentro de la trama del film, no son el epicentro de este post. Siempre que la vuelvo a mirar no puedo evitar cautivarme con los personajes de Guillaume Canet y Keira Knightley, y ahora que lo pienso es totalmente justificado, porque en realidad me identifico con el personaje femenino, Joanna, que se encuentra atascada en un recuerdo que tiene nombre, acento y nacionalidad extranjera. 
Luego de varios años vuelve a encontrarse con Alex, con quien alguna vez tuvo una relación informal. Es a partir de este encuentro que se genera un efecto dominó tanto en el argumento de la película como en el universo del espectador, porque no se trata de un encuentro ordinario, sino de una colisión desprolija y arrebatadora, de esas que hacen que el aire se vuelva espeso, y aún así logra esbozarnos una sonrisa.
Siempre pienso en mi dificultad para pasar la página y me pregunto si a otros les pasa lo mismo. También pienso, indefectiblemente, en la frase de una canción que escuchaba a mis 18 años, cuando conocí a mi Alex: “Uno siempre quiere lo que no puede tener.” 
¿Será que preferimos un idilio frizado en el tiempo a un desenlace tajante, sin adornos ni maquillaje?
¿Será que nos da pereza despertar y nos gusta volver a cerrar los ojos para seguir soñando un rato más?

Y es justamente en este pequeño rincón en donde intercede el famoso “what if…”, y lo hace en todas sus morfologías y espectros posibles, haciéndonos caer estrepitosamente en la madriguera de la duda y lo que podría haber sido.
A veces, para algunos (y me incluyo), querer más no es necesariamente animarse a más. A veces el deseo queda truncado en un limbo junto con las dietas aplazadas y los textos sin enviar, porque, entre líneas, somos reticentes al cambio y preferimos perpetuar la sombra de una historia… elegimos aferrarnos a eso.
Joanna: “Qué no daría por cansarme de vos”

Rebobinar este limbo es un arte: alguna vez me acordé de él y lo caminé con la mirada en cámara lenta; alguna vez anoté en mi diario mental lo que para mí fueron sus frases épicas, y me las guardé (por si acaso), como buena acumuladora emocional… como Joanna.

Ahora, llegando al final del post vuelvo a pensar: “Encontrar mi camino sin que me lleve hasta tu puerta”, y me doy cuenta de que encontrar el camino no es necesariamente olvidar a los Alex o Joannas del mundo (porque si fueran “olvidables” probablemente no hubiesen abarcado una etapa de nuestras vidas). No. Creo que se trata simplemente de aprender a borrar los dos puntos que separan a los puntos suspensivos del punto final. 


Porque de alguna forma, aprender es caminar, y poner punto final es cerrar una puerta (para poder abrir otra).
Yo sigo aprendiendo, y mientras tanto, escribo.
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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