“La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.”
Jack Kerouac – En el Camino
“¡Ay, qué lindo ser un niño!” Eso es lo único en lo que no dejaba de pensar mientras miraba la última película del Wes Anderson, Moonrise Kingdom.
Cuando somos niños tenemos la libertad de crear universos paralelos, jugamos a ser algo así como arquitectos cósmicos, y con un maletín lleno de magia y una escuadra ilusoria vamos dibujando un mundo a nuestra imagen y semejanza.
El mundo de Suzy & Sam no sólo es paralelo, sino que es una burbuja en la que todo eso que para los ojos de un adulto no tiene sentido, comienza a tenerlo, cerrando un círculo, haciéndonos caer en la percepción de que todo es real…y todo es posible.
Como si esto fuera poco, Anderson extiende un velo vintage por sobre esta cápsula de incongruencia alucinante, poniendo el acento en escenas tajantes con miradas de alto impacto, que se hacen más determinantes a partir de la música de fondo (con impecables elecciones).

Es como si este director hubiera seleccionado inteligentemente ciertos elementos de diversas películas y los hubiese combinado en su asombrosa coctelera fílmica para entregarnos una pareja épica, a pesar de su corta edad. A través de sus 94 minutos, me acordé de la inocencia de Mi Primer Beso, pensé en la exploración emocional de descubrirse y descubrir al otro de en La Laguna Azul, y recordé la excentricidad y eclecticismo de sus mellizos ficcionales Margot y Richie, en Los Excéntricos Tenenbaums.
Pero además, en el primer bloque de 30 minutos, reconocí un tercer protagonista, la magia, que se vuelve una palabra recurrente en los diálogos y se hace amiga del espectador, manifestándose como la anfitriona perfecta, sabiendo convencer, conquistándolo paulatinamente. 
Es así como nos volvemos testigos, o en realidad auditorio, del despliegue majestuoso de las realidades de Suzy & Sam cuando comienzan a exponer sus fantásticos efectos personales: Suzie afirma que sus libros tienen historias con poderes mágicos, y empaca su música pero olvida su cepillo; Sam lleva una brújula en su bolsillo y su interés por la cartografía en su mochila, compañeros fieles que sirven de reemplazo para las amistades reales.
Una vez que los protagonistas logran materializar sus pequeños mundos, reconocemos que estamos frente a la historia de dos almas inquietas que intentando encontrar su rumbo, terminan encontrándose, quizás demasiado pronto, sí, pero no por eso menos real. Estamos frente a la colisión de dos corazones aislados del mundo que en sus diferencias encuentran su lazo.
Moonrise, en astronomía, es el momento en el que la luna aparece en el horizonte.

Y es que, para mí, el amor es lo que se va gestando cuando nos encontramos en el otro (algo de lo que ya hablamos en el post de Charlie Countryman). El amor no conoce de edades, de modales, y suele mostrarse soberbio ante la lógica de lo correcto, invitándonos siempre a volver a ser niños, aunque sea un instante.

Todo me hace pensar en esta frase que veo una y otra vez colgada en los muros, portadas y blogs, y parece resumirlo todo:
You’re Weird, I like that.  (Sos raro, me gusta)

Images: tumblr.com
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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