Fines de julio. 

La escritura es un rayo que cae al mar.

Hoy siempre es hoy, ahora.

*

Quisiera abrir el umbral, dejarte entrar, pero es difícil.

¿Cómo se transita la distancia mayor, la que va de la mujer que era a la que deseo ser?

*

Al escribir concibo un microclima en el que puedo ser yo misma a pesar de la locura del mundo.

Instante dorado al sol. El color del atardecer toma la forma de la casa y de pronto, todo es nacimiento: los libros, la vajilla, la cama vivida.

La belleza es esta intensidad delante de mí, fotográfica, casi inefable. Florecen en mis ojos tonalidades, la inmensidad real del ahora.

*

Alegría tranquila.

Imagino extensiones de belleza, luminosas playas de vos en donde puedo erotizar y dejarme erotizar.

*

El miedo era también esto. Esta inflexibilidad agazapada. El acecho feroz del autoboicot. La mentira que tejí delicada y cuidadosamente para mí misma: que sola estoy mejor, que puedo con todo, que no necesito ayuda.

¿Y si el acto de recibir fuera un oasis: recibir apoyo, recibir sostén, recibir cariño, recibir la paz? ¿Será un cuerpo de agua que quiero alcanzar, negándome a ejecutar movimiento alguno?

El miedo también era esto: olvidar el movimiento interno, pasar por alto que sin desplazamiento interno no existe el movimiento externo.

Entonces, recibir el oasis, hacerle espacio. Empaparse, incluso, con su sola idea. Comenzar por el principio. Reubicarme, transitar la distancia más breve, la que va de la que era a la que soy. Hoy siempre es hoy.

Ahora, rayo que cae al mar.

El origen de la ola.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

2 Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published.