No necesitamos decir nada. No es necesario.
Emparejemos las terminaciones, o no, mejor aún, 
seamos desprolijos, reticentes de toda convención.
Busquemos el norte de las explicaciones divorciadas de razones: 
las no-explicaciones.

Reagrupemos fuerzas. 
Activemos un confesionario 
en dónde los pecados se animen a dormir sin ropa interior.
Aceptemos el desorden.

Abramos la ventana 
y dejemos que el verano se vierta en el invierno.
Renunciemos a los miedos de estaciones vos y yo, o no, mejor aún,
hagamos la tarea.
No necesitamos decir nada. No.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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