Hace casi un mes que tomé una de las decisiones más importantes que tomé hasta ahora. Una decisión propia, mía toda mía. Mía para mi crecimiento personal. Mía para llevarme mejor conmigo. Mía para que mi tiempo se fragmente entre palabras escritas, palabras leídas y palabras abrazo.
Hace casi seis meses, la seguridad económica, los miedos, las dudas; los pasos en falso; los cuestionamientos; el despertar.
Qué palabra: despertar. La escribo, la leo, la pronuncio para adentro y para afuera. La pronuncio y veo la foto de portada del post: En el camino. Pienso en dónde la tomé: Budapest. Y me digo, y pronuncio otras palabras: Sí Sol, alguna vez estuviste en Budapest. Sí Sol, ya no más papá y mamá. Sí Sol, los caminos de Europa, los caminos de tierra para llegar a la rampa de La Cumbre, los caminos que se entrelazan con los tuyos (y la sincronicidad, y los despertares espejo). Sí Sol, el camino de la vida; la VIDA.
Hace casi un mes decidí que mi vida, mi camino, había renunciado no sólo a un cubículo de paredes blancas, sino además a un camino conformista de baldosas firmes. Y hoy, hoy pienso en las baldosas flojas, en el no-saber; pienso en soltarme los planes, soltar el cemento. Hoy me siento caminando arriba de un puente de esos que se ven en las películas, con cuerdas gastadas por el tiempo, con listones de madera corroídos por el paso de los años. Este puente puede no ser bello como los puentes de París, o Budapest, pero es un puente. Un puente que une, un puente que permite que los que lo rodean pasen del otro lado. 
Hoy me doy cuenta de que soy puente. Mi piel podrá haber sido desgastada por el tiempo, mis brazos podrán estar pendiendo de un hilo sin saber de futuros, de planes, ni de cemento. Pero cumplo con mi función, estoy presente, soy puente. Quiero que crucen del otro lado; que crucen del otro lado a través de mis palabras. Las palabras son los listones que componen mi estructura; y no necesito que me reparen, porque sería barrerme la experiencia. 
Por eso, aunque mi experiencia incluya techos ambulantes de luces de colores; aunque mi experiencia incluya pálpito de grietas musculares; aunque mi experiencia, intensidad: Me prefiero así.
Y si querés cruzar, y si tenés miedo; y si el futuro, las penas o el cansancio; y si las ganas de más, las ganas de abrirle los ojos a la luz; y si los cambios, las dudas, las baldosas firmes… Acá estoy para que cruces. What if?…
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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