Ayer llovió, se despejó y sopló el viento (y creo que me arrastró unas cuadras). Ayer hizo frío y salí a caminar para ir cerrando pestañas (porque sé que corro peligro de tildarme). 
Ayer fui los viajes rodados por las calles de hospital (y creo que rodé en melancolía). Ayer los recuerdos me tomaron de sorpresa por la espalda; ayer temblé sin frío (y que me arrastre el viento fue certeza).
Ayer saqué cuentas: conozco más sanatorios que pubs que están de moda, conozco más habitaciones celestes que parques bañados de verde, conozco más front desks de hospital que recepciones de hotel, y así la vida.
Hoy, hoy encontré un mensaje desde el cielo que decía: “Por ser como sos…” y pienso en el amor incondicional de la sangre que corre por mis venas, directo al corazón. Leo “nunca dejes de sonreír” y caigo en la cuenta de que sonreír es casi vocación en mi agenda. 
Hoy ordeno mi cuarto y veo que hace falta extender el orden a otros aspectos. Veo que a veces necesito recordarme que valgo la pena, y también valgo el riesgo. Que mi prontuario no es fácil, que mi historial de los últimos años no viene pintado de colores plenitud. Sin embargo: todo lo que me pasó me trajo hasta este lugar; todo lo que me pasó me convirtió en quien soy ahora, me llevó a ser como soy, y estar un poco más cerca de quien quiero ser.
Por eso, hoy es un día de puesta a tono. Hoy es un día de abrazos internos, de caricias cromáticas para pintarme el corazón de carmesí una vez más. Hoy prefiero conmigo, más que con vos, porque lo necesito. Porque quizás si yo aprendo a entender mi valor, vos también puedas ver el tuyo (si pudieras ver lo linda que es la vista desde mi asiento de platea; si pudieras mirarte con mis ojos).
Por eso, antes de leer entre tus lineas necesito leerme entre las mías: soy un libro que no para de escribirse. Soy un libro de portada vintage con semblante del otoño; llevo un título poético en cursiva. Soy un libro de una flor-señalador con las puntas desgastadas;  contengo anotaciones laterales con tinta de pluma. Pero por sobre todo, no soy un libro de sencilla comprensión. Estoy en pleno nudo y en proceso post derribo. No soy un libro fácil, me lo dijeron los capítulos de mi etérea ciclotimia. Y lo acepto; me leo y me acepto como soy, claroscura. Me acepto, y hoy no te dedico una canción, no; hoy me dedico una canción a mí misma:
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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