“Seamos ese pedazo de cielo, ese trozo en que pasa la aventura misteriosa, la aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño.”
Vicente Huidobro
Durante mi viaje a Montevideo, una de mis mejores amigas y yo estuvimos rememorando películas de viaje, e inevitablemente surgió esta película, la protagonista de este post. Quizás es cursi, quizás su argumento sea adolescente, pero luego de mi retorno a Buenos Aires, y tras encontrarla casualmente en la pantalla de mi TV, no pude contener mis ganas de escribir sobre ella.
Esta historia tiene como epicentro una historia de amor (razón por la cuál elegí incluirla entre los posts de Love Lessons), pero lejos estoy de encararla desde su costado romántico. Mi perspectiva tiene que ver más bien con el triángulo amoroso que existe entre nuestra percepción de libertad, viajar y conectar.
Chasing Liberty (Disfrutando mi libertad) trata sobre la vida de Anna Foster, la hija del presidente de Estados Unidos, que durante un viaje familiar a Europa se da a la fuga. 
¿La razón? Emprender una travesía hacia el Love Parade (festival de música electrónica que se realiza en Berlín), decisión gracias a la cuál conoce a Ben, un fotógrafo inglés que la acompaña durante gran tramo de su viaje. Hasta este punto, todo suena algo trillado, y su argumento más que familiar (recordemos la clásica Vacaciones en Roma con Audrey Hepburn, o la menos exitosa Travesuras de una Princesa con Katie Holmes). 
Sin embargo, para mí, Chasing Liberty destila una magia particular. Muestra una “globalidad” que la hace amena, querible, “carismática“, y ahora que lo pienso, definitoria, porque creo que haber visto este film cuando era chica encendió una mecha que comenzó a arder ya hace algunos años atrás: mi inquietud viajera. 
Los escenarios que recorre Anna (Mandy Moore) son tan disimiles como encantadores. Desde Praga, donde comienza la aventura, hasta Londres, el último destino… todos tienen un atractivo inimitable, una forma única de conquistar a sus invitados, de conquistarnos. 
El guión, por su parte, se encuentra plagado de pequeños diálogos, que más que diálogos son frases de bolsillo: “Somos dos personas viajando en la misma dirección”, “No quiero pensar, quiero vivir”, “Tengo una teoría: las cosas que te asustan, suelen ser  lo que más valen la pena”, o “Si algo está destinado a pasar, va a pasar.”
Es así, como entre aventuras, desventuras, cambios de destino improvisados y deportes de riesgo, Anna & Ben van encontrándose con diversos personajes, personajes nómadas que van influenciando la dirección de su travesía.
Sólo ahora, casi 10 años después de haber visto esta película, tomo conciencia de que la mejor forma de ver la vida es como si fuese sinónimo de aventura; y que así como viajando nuestros caminos se entrelazan con los caminos de otros viajeros, en la vida, nuestras historias tienen puntos de encuentro, instantes de conexión, que aunque breves, son invaluablemente significativos; conversaciones únicas, que pueden generar una maniobra de timón y re-calcular la trayectoria de nuestra travesía… porque lo que importa no es el lugar en el que estemos, sino el lugar en el que podamos SER. 
“Sentí deseos de intentar que las personas prestaran atención a esta extraordinaria aventura por la que pasamos fugazmente: el grandioso misterio de la vida.”
Jostein Gaarder
ESCENA FAVORITA:

McGruff: Estos stickers son mi contribución a la comunidad global. 
Le entrego un pilón a cada persona que conozco. 
¿Cuál es su trabajo? ¡pegarlas! Dejar uno en una puerta, otro en un kiosko, colocarlos una en un buzón, a dónde sea que la vida los lleve.
Anna: ¿Y después?
McGruff: Después, nada. Te olvidas del sticker, sigues con tu vida. 
Entonces, algún día, cuando te sientas triste, de la nada… ¡ahí aparece! 
En el rincón de una ventana, en la puerta del subte, al costado de una cabina de teléfono: uno de los stickers te dibuja una sonrisa en la cara porque caes en la cuenta de que no estás solo en el mundo; todos estamos conectados.

Images: 
sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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