[…] “Nada quedaba de tí en mí, sólo tu faz en mi subconsciente, difusa y perpétua, en un tono sepia que me confundía y me confirmaba como un parásito reclamando su habitat.” […]
La Metamorfosis – Franz Kafka
 
¿Será verdad que los años destiñen el amor hasta devenir en instantáneas de una milésima de segundo?
Ésta es una incógnita que guardé en el cajón hace ya unos meses, y que esta semana volvió a plantarse revoltosa en mi escritorio, justamente en el preámbulo del aniversario del nacimiento Franz Kafka, por lo cuál fue imposible entrelazarlo con lo que tenía pensado escribir: la evolución o disolución del amor con el pasar de los años, que inevitablemente implica una metamorfosis (en este caso importada a un plano sentimental).
Y es que inexplicablemente (o quizás no tanto) las diferencias entre ambos sexos, esas que son evidentes desde niños, hacen que nos relacionemos de maneras distintas con el amor, y, a su vez, entre nosotros.
 
 
Esa facilidad para proyectar ímplicita en la psiquis femenina se muestra reacia ante la ferviente actitud que tiene el hombre para ver todo de una forma más simple (o como escribió el gran Cameron Crowe en Elizabethtown: “Los hombres ven todo en una caja, y las mujeres lo ven en un cuarto circular”, exponiendo impecablemente esa manía inflexible de las mujeres para dar vueltas alrededor de un mismo tema).
 
 
Es así como por distintos motivos caemos en una tendencia a callar, transformándonos en nuestro propio obstáculo, censurando cualquier oportunidad de avance en pos de preservar las “buenas formas”, y algunas veces negando la bifurcación de lo que hasta ayer era un futuro común.
 
 
Esto sucede porque ineludiblemente los años pasan y marcan plazos durante los cuales comenzamos a construir (o proyectar) lo que realmente queremos necesitamos de una relación (porque, después de todo, experimentar la necesidad de alguien es algo inexorable para la condición humana).
 
 
Es esta misma necesidad la que nos obliga a volver a analizar la posibilidad de vernos reflejados en el otro, redefiniendo el carácter atemporal de una relación.
 
Y de esto parte y es parte la evolución: de abrazar la inevitable metamorfosis, reciclando y dejando atrás lo ya no es o, por el contrario, mimetizándonos aún más con eso que ya sentimos.
 

Imágenes: One Day & Jeux D’Enfants

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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