Día 20.
Proceso de recuperación de la niña. Ella bailaba sin que nada le importase.
Entender que la expresión libre del cuerpo siempre me devuelve a mí, como la escritura. Cuando la música empieza a sonar se abre un paréntesis en el tiempo en el que sólo existimos la música y yo.
Querer serme fiel. Querer ser honesta conmigo, con mi verdadero deseo. La Casa se restaura, también yo.
Lograr con el movimiento que lo lírico exceda el papel. Lograr con la música que la vida me atraviese. Consagrar primero la libertad en mí-misma.
*
Como el mar no fue, tuve que imaginarlo.
Más tarde llegarían la astrología y el reconocimiento de mi luna de agua. Marian escribiría la música de las mareas con tinta indeleble en mi brazo derecho. Visitaría la costa en invierno escuchando la señal de los tiempos. Pronunciaría la soledad como algo sagrado y benevolente, como un refugio anterior al cuerpo. Leería a Elvira y el poema de la casa, y a Julio enunciando el agua entre los dedos. Me haría el amor con las manos y no tendría miedo de escribirlo.