Hoy martes post-lluvia; las cartas ajenas (de nuevo); las letras de amor. Martes de columpios: por un lado el deseo, por el otro la dulzura. En mi parque el deseo y la dulzura saben compartir; no hay disputas, no hay miradas de pupilas laterales. En mi parque el deseo y la dulzura comparten el objeto. Son no-antónimos, no-opuestos. Suman, no restan. Calan más allá de la superficie (la mía, la tuya, la de ellos). Calan y arrasan en partes iguales… y todo esto en mi parque, hoy, martes post-lluvia.
Hoy el barro y no-me-importa. Hoy los pies desnudos abriendo los sentidos; el desglose de los poros, las bases no-firmes, los suelos de molde… Y entre tanto, las canciones (mías, tuyas, de ellos). Las canciones temporada que también calan y arrasan… y arrastran. Arrastran mi monotonía, invitándola cordialmente a abandonar la habitación. Hoy puertas que se cierran; hoy muros hechos polvo.

Entonces, las re-lecturas: Romanticósmica, los Besos Tácitos y el Poemario Los Amantes. El pudor que se corre hacia un costado y las ganas ocupando el asiento principal: la espera hasta que abra el telón.

El deseo; la dulzura; el dulce deseo de la linea de espera.

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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