Ayer fue un día de paz, en el que las agujas salieron a pasear y no volvieron. Mejor así.
Y en mi casa, de la puerta para adentro, el patio; la luz del sol de tarde tiñendo en cuotas los muebles de mi patio; de las puertas para adentro.
Ayer fue un día camomilla; y el vapor del té de atardecer empapando en cuotas las facciones de mi rostro; de los labios para adentro. Después, la caída del sol; los imperios que ceden a la noche; el color de las verduras preparando su sabor para la cena; la mezcla; los aromas escabeche de la infancia.
Ayer, una nota que caló hondo. Ayer, El arte de respirar, y París; sus canciones con efecto perdurable; los pianos; las cuerdas; la mezcla de sonidos; los colores de la música. Pensar en los pequeños momentos, los instantes que hacen de cada día, un día circular, con X cantidad de instantes-perfección.
Ayer el confort de mi almohada abrazando mi cráneo, entero, de afuera hacia adentro; aportando el calor del sol de tarde a mi lista de instantes-perfección; haciendo inventario:
* Los rayos de sol en el verde del aloe.
* La metamorfosis del sahumerio: de varilla, a perfume, a ceniza.
* El vapor del té.
* La calidez de una taza entre las manos.
* La capacidad de adhesión de los sonidos a la piel.
* El sabor del jazz.
* El aroma a tostadas recientes.
* La levedad de las texturas arándanas en el paladar.
* La destreza de las gotas de agua cálida sobre mi silueta.
* La fragancia a escabeche.
* El perfume de sábanas vírgenes.
* La evolución de mi acolchado a síntesis de nube.
* Los ojos cerrados hasta el día siguiente.
* El privilegio de volver a despertar.
Hoy, una lista de canciones; inventarios-sensación; y respirar en 3, 2, 1…
BONUS TRAILER