Alguna vez una película dejó esta frase grabada en el aire: “Nunca he tenido el corazón tan rojo.”
Acuno Enero entre mis manos. 
Me siento a leer a M. 
Enero me regaló un libro: Lava no arde
El sol genera renglones en el patio, un patio que a partir de ahora hablará de poemas que florecen de las yemas de los dedos.
Enero me regaló un cuaderno que labrará su propio camino a riendas del azar. Con M. lo llamamos cuaderno itinerante, un cuaderno que aunará palabras de distinta procedencia, un puzzle de historias que une luciérnagas del mapa.
Entonces, Enero. Decimos: escribir es pintar con palabras, y mi corazón engrosa su color. 
M. parte mañana por la noche y la semana se ha vuelto y desenvuelto como una sucesión de momentos indelebles.
Enero de desdoblar Buenos Aires, de abrirla como el sobre de una carta que cruza el Atlántico. 
Amasar Colegiales y Palermo con los pies – tinto de baldozas – 
El aroma a albahaca de la calle Corrientes. 
Tomar apuntes de un manifiesto poético en un café blanco y azul – Mediterráneo ven a mí – 
El obelisco consumiéndose la noche con ánimos de faro. 
Libros en el Parque Rivadavia y el perfume a páginas pasadas de reloj. 
La textura del tomate sobre el pan y el pasto húmedo a través de mi vestido. 
Auriculares en el bus; redobles en la calle un lunes por la noche; un cover de Death Cab en la casa de J.; Laura Marling y Johnny Flynn regando su dulzura sobre todo lo que rozan – dulce cosecha – 
El regreso a la raíz es inevitable, como mi ciudad natal desnuda ante mi estrado queriendo hacer las paces, o como palabras en flor que nacen de un lienzo-papel.
Enero me regaló un libro, un cuaderno, poesía y estación.
Enero me regaló música y dulce de acordes.
Enero me regaló la ciudad que nunca duerme, a la intemperie. 
Enero me regaló otra parte de mí, esa a la que no le importa la mirada ajena, que sólo quiere dar luz y disfrutar del momento que le toca por el tiempo que le toque.
Enero ME regaló para que me suelte al azar. Y soltarme al azar es decir soltar los mapas.
Entonces, Enero.

“Los mejores corazones son los rojos”

“Y la canción en mi corazón es la melodía para el cuento de un viajero.”

sol

A los 10 años encontró refugio de la ciudad de la furia en una máquina de escribir. Más tarde conectaría con la escritura de viajes en un intento de traducir la mirada poética sobre el mundo que la rodea. Desde entonces, se ha alejado y ha vuelto a la poesía como quien vuelve a los brazos del amante: buscando calor.

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