“Y ¿qué es lo que te lleva a hacer eso, el amor? Es hermoso amar y ser libre al mismo tiempo.”
Carta de Henry Miller a Anaïs Nin
Estoy así, caminando en este limbo de palabras debidas, embebidas en modismos. Estoy acá, en la delgada línea que separa dos países, y de repente me invade la efímera sensación de que podría ser equilibrista, o quizás pretendo serlo, o quizás lo soy.
Estoy así, trazando trayectoria a medida que camino; escribiendo sobre la marcha, sin edición, sin filtro; intentando descifrar mi próxima jugada. Mientras vos… vos, semáforo amarillo; vos frontera que siempre estoy buscando transigir. Vos, que sos París y Buenos Aires, el horizonte que se crea con el alba, la delgada línea entre lo que quiero y lo que debo. Vos: las dos caras de una misma moneda.
Supongo que es hora de admitirlo: hay más de vos en mí de lo que pensaba. Yo, que espero ver señales cruzando la vereda, y a la vez, subo el volumen para silenciarme la intuición. Yo, que quiero estar en la Sagrada Familia y el Sagrado Corazón al mismo tiempo. Yo, que reniego a resignar mi libertad y decirte todo lo que siento por miedo a perder mi pasaporte. Yo, que camino en puntas de pie para no perder el equilibrio. Entonces sí, yo equilibrista; yo tan frontera como vos. Yo limítrofe.
Y sí, ahora puedo verlo, o leerlo, o entenderlo: hay más de vos en mí de lo que creía. Por eso hoy bajo el volumen y lanzo la moneda; lanzo la moneda por los dos… para ver a qué país toca viajar.