Voy a decirte: me reconozco en los colores de las rutas españolas, en la explosión de sus crepúsculos, en el orgasmo de las luces de Madrid, y en las curvas de la Barcelona de Gaudí.
He renacido del sincericidio y hoy tengo que decirte que, al menos en mi cuerpo, la sinceridad es una expulsión necesaria. Y aunque ‘sinceridad‘ no sea una palabra fácil, es hora de dejar los miedos en la puerta de embarque y cruzar el océano, así sea con poesía (y créeme que es la única forma que conozco).
He tendido un puente hasta ti, también hasta él, y también hasta Pacífico (y más de 100 cartas de amor han cruzado un continente). He trazado una nueva trayectoria en la que voy directo a ti, sin escalas, sin esquivos, sin temores; voy directo a ti para decirte lo que siento. ESTO es una expulsión necesaria, mi propio método de supervivencia.
He confesado un ‘te quiero‘, he profesado el deseo de contacto en un poema de jueves por la tarde, y también he enviado un carta con perfume hace 6 años atrás.
Lo sé. El movimiento que me acompaña hoy, y que viene acompañándome hace tiempo, puede confundirse con desastre natural. Pero en realidad ante mis ojos es potencia. Ya no hay represas que puedan contenerme: abrirme para ti es abrirme para el mundo.
Aquí estamos. Bajo el mismo cielo, y quizás para ti sea verano y en Buenos Aires, viceversa. Aquí estamos, componiendo dos canciones diferentes. Pero en realidad ya no me importa. He empacado mis maletas para volver a partir. He proyectado un nuevo vuelo. He encontrado mi propia forma de latir.
HE SOBREVIVIDO.
Imagen vía Pinterest